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De nuevo se puso a enseñar junto al lago. Acudió a él tanta gente, que tuvo que subir a una barca que había en el lago y se sentó en ella, mientras toda la gente permanecía en tierra, a la orilla del lago. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas.
Les decía:
-¡Escuchad! Salió el sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, parte de la semilla cayó al borde del camino. Vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra; brotó en seguida, porque la tierra era poco profunda, pero, en cuanto salió el sol se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre cardos, pero los cardos crecieron, la sofocaron y no dio fruto. Otra parte cayó en tierra buena y creció, se desarrolló y dio fruto: el treinta, el sesenta, y hasta el ciento por uno.
Y añadió:
-¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!
Cuando quedó a solas, los que lo seguían y los doce le preguntaron sobre las parábolas.
Jesús les dijo:
-A vosotros se os ha comunicado el misterio del reino de Dios, pero a los de fuera todo les resulta enigmático, de modo que:
por más que miran, no ven,
y, por más que oyen, no entienden;
a no ser que se conviertan
y Dios los perdone.
Y añadió:
-¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo vais a comprender entonces todas las demás? El sembrador siembra el mensaje. La semilla sembrada al borde del camino se parece a aquellos en quienes se siembra el mensaje, pero en cuanto lo oyen viene Satanás y les quita el mensaje sembrado en ellos. Lo sembrado en terreno pedregoso se parece a aquellos que, al oír el mensaje, lo reciben en seguida con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos; son inconstantes y en cuanto sobreviene una tribulación o persecución por causa del mensaje sucumben. Otros se parecen a lo sembrado entre cardos. Son esos que oyen el mensaje, pero las preocupaciones del mundo, la seducción del dinero y la codicia de todo lo demás los invaden, ahogan el mensaje y éste queda sin fruto. Lo sembrado en la tierra buena se parece a aquellos que oyen el mensaje, lo acogen y dan fruto: uno treinta, otro sesenta y otro ciento.

Fecha: 
Wednesday, January 24, 2018
Cita de la oración: 
Miércoles - 03 Tiempo ordinario
Comentario: 

Para vivir la fraternidad y la solidaridad a la escucha de la Palabra, necesitamos cultivar la disposición. Sólo si la Palabra cae en tierra buena, será fecunda y duradera.

Si nuestro encuentro con la Palabra es pasajero y muy de vez en cuando o, la meditamos de pasada y pensando en las cosas que tenemos que hacer, es como si cayera al borde del camino. Se situará en la periferia de nuestra vida, pero no tocará el corazón, lugar de decisiones y actuaciones. Tendremos conocimiento de la Palabra, pero no afectará mucho nuestra vida.

Si el ponernos a la escucha de la Palabra para nosotros es una preocupación más de las muchas que tenemos a lo largo de la vida, la transformaremos en un quehacer que tendrá vigencia en el momento que rezamos y dejará de actuar en nosotros a lo largo del día.

Si la Palabra es un deber a realizar, si podemos la evitamos y si no, la viviremos sin que nos implique demasiado, porque «bastantes preocupaciones tenemos como para perder el tiempo en algo tan poco práctico». Esto no es tanto lo que decimos sino lo que tantas veces hacemos sin decirlo.

Solo en la medida que la Palabra es el centro de cada uno de nuestros días podremos ir adecuando nuestro ser y quehacer a las exigencias que se derivan de la Palabra de Dios, necesitando decir como María: «Hágase en mí según tu Palabra».