En este momento en el que la Iglesia se sitúa con la apertura a RECONOCER la realidad de los y las jóvenes de nuestro mundo, me quiero quedar con su disposición al compromiso y protagonismo, y agradecer a Dios las experiencias que van realizando y de las que he sido y soy testigo.
“Frente a las contradicciones de la sociedad, numerosas CE señalan una sensibilidad y un compromiso de los jóvenes, a veces bajo forma de voluntariado, signo de la disponibilidad a asumir responsabilidades y del deseo de utilizar los talentos, competencias y creatividad que tienen.” (IL 27)
Muchas veces miramos el “vaso medio vacío”, y no nos fijamos en la riqueza del “vaso medio lleno”. Nos quejamos de que los jóvenes no son responsables, no son constantes, no puedes contar con ellos en todo momento, etc. Y a veces es verdad, pero he aprendido, gracias a Dios, a mirar lo que sí son: personas con ganas de “hacer algo” por los demás en esta sociedad tan individualista, con ganas de tener relaciones profundas de amistad y compañerismo entre ellos, con ganas de desarrollar sus talentos y ponerlos a disposición de otros.
Pienso en la suerte que hoy tengo de acompañar a los jóvenes monitores del Centro Juvenil UTASA, los cuales, sábado tras sábado, llevan adelante los talleres y las actividades de tiempo libre para otros adolescentes y jóvenes. Y esto compaginándolo con sus estudios y trabajos simultáneos, ya que hay que trabajar para ayudar a la familia y lograr conseguir su meta de ser profesional. Su vida no es fácil, pero aquí están, ofreciendo lo que tienen y pueden dar. ¡Cuánta fuerza y espíritu de servicio reconozco en ellos!
Y también tengo ahora la suerte de volver a acompañar a adolescentes-jóvenes en su camino de preparación para los sacramentos de iniciación cristiana. Corazones alegres y abiertos a lo nuevo y con ganas de poner en práctica de forma solidaria lo que vamos viendo de los valores de Jesús de Nazaret. Corazones que van acogiendo a los nuevos compañeros/as que se van incorporando, y que quieren potenciar el grupo con actividades extras de relación. Así comenzaron los discípulos en torno a Jesús, y muchos de los hermanos Adsis en nuestra vocación: el grupo que se reúne y que se compromete.
Mucho es el camino que les queda para madurar, a unos y a otros, pero reconozco lo que ya tienen hoy de realidad y potencialidad. Y se lo hago saber, se lo digo en palabras y con gestos de cercanía y cariño. De esta manera, su autoestima aumenta y pueden ser conscientes más fácilmente del gran don que son para Dios, para los demás que les rodean, para el mundo y para la Iglesia.
Gracias, Señor, por los jóvenes que pones en el camino de cada uno de los hermanos y de las comunidades.