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Compasión, ternura, misericordia… Conmoverse. Es lo que hemos estado haciendo el fin de semana del 27-28 de septiembre en la Escuela de Pastoral con Jóvenes (EPJ2014).

Ha sido la primera vez que he asistido a este evento que celebraba este año su decimotercera edición, y he de decir que me ha sorprendido, me ha emocionado, y me ha conmovido.

Como alguien totalmente inexperto en la materia, y con ganas de empezar este año a tener contacto con jóvenes y formarme en pastoral, ha sido una bonita forma de empezar el curso. En estos días he sentido que todos andamos juntos, unidos con el mismo objetivo de acercar a Dios a los demás, para que puedan sentir su esperanza y descubrir el sentido de la vida que a nosotros nos ha regalado. Pero hoy el mundo avanza más rápido que nunca y la realidad de los jóvenes de hoy es muy distinta a la de los de hace pocos años. Por eso, este espacio me ha parecido una bonita experiencia de comunión donde reflexionar juntos sobre cuál es la mejor vía de entrada al corazón de los jóvenes, y cargarnos las pilas.

Para empezar, me ofrecieron colaborar en la acogida el sábado por la mañana para repartir la documentación a los asistentes, y así empecé mi primera Escuela de Pastoral. La ponencia central en la mañana corría a cargo de Sylvia Cano, que comenzó con un bonito recorrido de la misericordia a través de las enseñanzas de Jesús, y continuó con una serie de claves desde las que acercar a los jóvenes a ella: pistas para descubrir la Misericordia como don y tarea. La Misericordia, que es clave del Evangelio y núcleo de nuestra fe.

En este rato de la mañana también tuvimos oportunidad de compartir en grupos nuestra vivencia y visión de la compasión. Para mí fue un rato muy entrañable por sentirme cerca de tantas personas que vivían por toda España la misma pasión, y la misma alegría de querer que otros la vivan. Todos estábamos unidos y preocupados por encontrar la mejor forma de hacerlo posible. La mañana finalizó con el grupo Black Soul, que nos enseñaron algunos movimientos para entonar con ellos el rap de la misericordia.

Después de comer, los que quisimos participamos en un ensayo general de cantos dirigido por Ain Karem, para preparar la Eucaristía del domingo; por la tarde nos repartimos en los talleres que nos habían sido asignados y, en grupos más reducidos, trabajamos desde tres puntos de vista diferentes: expresar, experimentar y hacer misericordia.

Al finalizar la intensa jornada de trabajo, todos estábamos invitados a participar en la Celebración de la Reconciliación. Fue una bonita velada dividida en cuatro espacios diferentes, en los que íbamos viviendo de manera personal y progresiva la parábola del hijo pródigo: los momentos en que nos alejamos de Dios, nuestro sentimiento de impotencia y soledad, el perdón emocionado del Padre y la gran fiesta del Amor por la vuelta a la vida. El momento en la cripta fue para mí especialmente intenso, recibir el abrazo del Padre que te acoge y te perdona sin mesura… Ésa es la misericordia infinita de Dios.

Y aquí se podría haber quedado la cosa, ¡pero en absoluto! Al día siguiente, domingo, nos esperaba una sorprendente reflexión por parte del grupo de jóvenes que había estado trabajando todo el año, presentada de una forma muy original y divertida: La Revolución de la Ternura. No era tanto el contenido que se exponía, pues muchas de las cosas no eran nuevas, todos habíamos trabajado y reflexionado anteriormente sobre esos aspectos; se trataba más bien de la forma de contarlas, de hacerlas llegar a los demás. Fue más una dinámica motivacional, con un gran maestro de ceremonia que, con frescura e ingeniosos juegos de palabras, nos hacía darnos cuenta de lo mucho que los jóvenes desean experimentar el Amor de Dios y el gran privilegio que tenemos de estar en medio de este descubrimiento.

Me quedé con la reflexión de que la clave para acercar a Dios a los jóvenes es hacerlo en su lenguaje, de una forma en que ellos estén acostumbrados a expresarse (me gustó el símil de que para hacer una transfusión de sangre –vida- es necesario encontrar la vena de entrada). Y, sobre todo, con mucha ternura y acogida incondicional. Pero ésta sólo ha sido la vivencia de alguien, como dije al principio, inexperto en la materia…

La mañana, y la EPJ de este año, terminaron con la gran fiesta de la Eucaristía, presidida por Raúl Tinajero, director del Dpto. de Pastoral de Juventud de la CEE. Tuvimos presentes a tantas personas y realidades de injusticia de nuestro mundo que necesitan de nuestra ternura, y nos sentimos agradecidos por el don que hemos recibido, por el privilegio de sentirnos elegidos como instrumento del Reino de Dios.

Que esta vivencia nos haya servido para seguir acercando el Reino a los jóvenes y que tengamos luz en nuestra tarea. Muchas gracias por esta experiencia y ¡a por la del año que viene!

 

Autor: José Manuel García