Loading...
Alt

El templo avanza el cierre a las dos de la tarde en un intento por aliviar la tensión provocada por menores que delinquen

 

Un grupo de menores y de jóvenes migrantes descansaba ayer en el patio de entrada de la parroquia de Santa Anna. Algunos de ellos habían dormido junto a la verja de acceso al recinto religioso, esperando que a las ocho se levantara la persiana para poder tomar el desayuno. Desde hace tres meses el número de tutelados y extutelados que acuden cada mañana a dicho templo se ha multiplicado por cuatro alcanzando la cifra de un centenar, según los cálculos de Peio Sánchez, sacerdote de Santa Anna.

Sánchez apunta que a los que no han cumplido los 18 años no deberían dejarlos entrar en la parroquia pues el protocolo establece que, al tratarse de menores, deben llamar a los mossos para que los acompañen a la Ciutat de la Justícia. “A veces, los mossos no vienen porque saben que se vuelven a escapar a los cinco minutos de dejarlos en un centro de la dirección general de Atenció a la Infància i l’Adolescència (DGAIA), y no vale la pena montar un dispositivo que moviliza a muchas personas”, añade el sacerdote.

Mohamed, que dice tener 15 años, explica que prefiere subsistir en la calle que en el centro que le fue asignado en Tarragona, al estar “demasiado lejos de Barcelona”. Este es uno de los adolescentes que se mueven por la zona de plaza Catalunya. Ayer descansaba con sus amigos junto a la iglesia, en un estado muy deteriorado por el consumo de drogas y una vida al límite.

 

Mohamed, de 15 años, explica que prefiere vivir en la calle que en un centro lejos de Barcelona

 

Mohamed comenta que marchó de Tánger hace cuatro años, con sólo once, de los cuales ha vivido dos en Barcelona y el resto en otros países europeos. Junto a él, Hamza, de 17, también forma parte del grupo que deambula por el centro de la ciudad y que busca cobijo en la entrada de la parroquia.

“Cada día atendemos a unas 200 personas de las cuales 100 son chicos migrantes, la mayoría menores y extutelados marroquíes que tienen más de 18 años”, detallaba ayer Sánchez junto a la monja Victòria Molins, dos de los responsables del hospital de campaña de Santa Anna. Este servicio funcionaba de las 8 a las 20 horas dando desayuno y merienda y ofreciendo cobijo a ciudadanos que pernoctan a la intemperie o en albergues. “Hemos decidido cerrar a las dos por la presión del entorno, porque algunos jóvenes robaban y venían a ocultarse aquí”, indica Sánchez.

Santa Anna entra en una etapa en la que debe definir la estrategia que seguir ante los nuevos perfiles de personas que atiende. Adrià Padrosa, educador de calle con experiencia en centros de la DGAIA recién incorporado al hospital de campaña, constata que “las entradas y salidas de los centros de acogida de algunos menores son constantes; pero este es un problema demasiado grande para culpar a nadie”.

Sánchez subraya que el país se enfrenta a una “emergencia” ante lo que sólo cabe reformular el sistema para frenar el número de menores que acaban en la calle robando y sin futuro. En lo que llevamos del 2019 han llegado a Catalunya 1.129 niños y adolescentes que emigran solos elevando a un total de 4.203 los migrantes tutelados por la DGAIA.

 

Fuente: lavanguardia.com
Escrito por Rosa M. Bosch