"En un mundo en que prevalece la economía, los pobres verán crecer su exclusión"
El templo, en pleno centro de Barcelona, es un auténtico hospital de campaña. Doce personas atienden cada día a más de 220 hombres y mujeres en situación de exclusión
01.05.2020 Jesús Bastante
Peio Sánchez es uno de los mayores expertos en cine espiritual del mundo. Cinéfilo, sacerdote, miembro de la comunidad ADSIS, desde hace unos años ejerce como rector en la parroquia de Santa Ana, en pleno centro de Barcelona. Una iglesia abierta las 24 horas que se ha convertido en tabla de salvación para muchos descartados en estos tiempos de coronavirus. ¿El objetivo? No dejar a nadie atrás. Hablamos con él.
¿Cómo estáis viviendo la pandemia en Santa Ana?
La emergencia sanitaria ha irrumpido para solaparse sobre una emergencia social marcada por una profunda desigualdad, que la crisis del 2007 había acentuado. Como cantaba Luis Eduardo Aute “presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga”. La crisis va a aumentar la desigualdad y va a romper la estabilidad social. Ya en Santa Anna en nuestro pequeño Hospital de Campaña estamos viendo hambre en personas y en familias y pronto, si no lo remediamos, asistiremos a estallidos sociales. Siempre en un mundo en que prevalece la economía los pobres verán crecer su exclusión. Perderán el trabajo sumergido con el que sobrevivían, serán las víctimas más numerosas de la enfermedad, tendrán más dificultades en acceder a los recursos económicos para hacer frente a las necesidades básicas, serán excluidos –incapaces de sostener alquileres y realquileres- de sus viviendas precarias y las calles verán a familias viviendo allí. La larga cola de las personas sin hogar que cada mañana acuden a nuestra parroquia ve ahora sumarse a madres y padres de familia de que con una economía de pura y dura supervivencia se tienen de desconfinar para comer.
Santa Anna: la parroquia-hospital para los más pobres en el centro de BarcelonaJosé Manuel Vidal
¿Cómo es el día a día?
El día comienza a las 7,30 preparando paquetes y comida, haciendo cafés para las más de 220 personas sin hogar que pasan y recibiendo a los voluntarios jóvenes que vienen a ayudar. Tiempo para repasar las medidas de protección mascarillas, pantallas y EPIs, en algunos casos. A las 9 llegan los picnic que recibimos desde Cáritas y el Ayuntamiento de Barcelona. Y se monta el dispositivo de reparto. En la larga cola dos personas del equipo van haciendo encuestas para detectar necesidades.
-¿Por qué no vais a un confinamiento colectivo? - Tengo miedo al contagio en un grupo tan numeroso, no me dejan llevar a mi mascota, vamos en pareja y no queremos separarnos, no aguantaría encerrado más de dos días. -¿Qué necesitas? -Macarillas, ropa interior y de abrigo, duchas, equipos de aseo, resolver una consulta médica o jurídica, una oración. Así procuramos hacer el acompañamiento contrastando con los servicios sociales de Cáritas. A las 9,30 se abre el reparto: mascarilla, un lote de desayuno, comida y cena fríos, café o caldo caliente y cada semana un pack de aseo y de ropa. Así hasta las 11,30: - Buenos días, ¿cómo estás?, ánimo que ya queda menos. -Gracias, está noche fue fría y ha llovido, cómo estáis vosotros, resistiremos.
A partir de las 11,30 celebramos la Eucaristía a puerta cerrada algunos de los voluntarios. Luego descanso y a las 13,30 comida compartida en una larga mesa en el claustro, donde distantes y a voces reímos o repasamos temas urgentes. A las 15h llegan de un restaurante para traernos doscientas raciones gratuitas, toda una red de apoyo inmenso que nos acompaña y sostiene. A las 16h se incorpora otro grupo de voluntarios para hacer lotes de alimentación básica para las familias vulnerables que han acudido a nosotros. A las 17h llega el grupo “Familias acompañando familias” que son familias voluntarias que llevan los lotes a domicilio y hacen acompañamiento telefónico de las familias vulnerables. A las 19h cesa la actividad y nos vamos recogiendo dejando preparados los lotes para volver a empezar. Sin descanso, de lunes a domingo.
El templo se ha convertido en una gran casa de acogida: ¿Quiénes sois y qué hacéis?
Somos un grupo de 12 personas viviendo confinados en el templo en distintas dependencias, pisos o espacios con camas. La mitad son musulmanes-uno de ellos trabajador de Santa Anna- y el resto somos cristianos. Seis de ellos vivieron en la calle y entre nosotros hay senegaleses y marroquíes. Una cosa milagrosa es lo fácil que es la convivencia. La conciencia de la dificultad del momento y de las necesidades que atendemos, a pesar del cansancio, mantiene el espíritu de servicio y alegría. El educador social y un grupo de voluntarios jóvenes –con menos riesgos- vienen apoyar en el reparto de la mañana que exige una relación más cercana, este grupo hacia las 12,30 marcha aunque algunos juegan un ping-pong, que es un juego de distancias. A las 16h se incorpora un grupo de adultos -entre 30 y 40 años- que ponen orden y limpieza en una iglesia que se ha convertido en un gran almacén. Y por detrás una red enorme de “conseguidores” de alimentos, mascarillas, geles, pasta de dientes, bragas y calzoncillos, calcetines o algunas peticiones específicas para niños. Para nosotros esta red exterior es muy importante ya que mantiene los ánimos de los de dentro, lleva las redes sociales o toma iniciativas creativas insospechadas (cantos, representaciones, oraciones zoom o reuniones de grupos telemáticas).
Otros amigos habituales son los periodistas que nos acompañan desde medios locales, estatales o internacionales, que viene un día o que se enganchan y ya se incorporan a la movida. Aquí la función de la comunicación nos ayuda a dar voz a los que no tienen voz y posibilita ayudas para sacar adelante tantas necesidades.
Peio Sánchez, en la parroquia-hospital de Santa Anna José Manuel Vidal
¿Cómo son las personas a las que atendéis?
Algunos ya son viejos conocidos después de casi cuatro años siguiendo a las personas sin hogar, con estos hay conversación de fondo aunque distanciada por una verja que garantiza el espacio. Otros van siendo conocidos y hacemos el seguimiento. Aproximadamente el 20 % son mujeres aunque mayoritariamente pertenecen a familias a las que procuramos derivar a otros servicios de Cáritas o a nuestro programa de familias. En estos días entre las personas sin techo de Barcelona había especial tensión. Han matado a cuatro personas que dormían en la calle en este tiempo de confinamiento. Les recomendábamos que durmieran en grupos y que avisaran si tenían problemas. Hoy ha llagado la noticia de la detención de su sospechoso. Los padres de los niños han resaltado la importancia de que pudieran salir. A nosotros nos toca resaltar la importancia de que nuestros amigos puedan entrar con la apertura de los centros de día y los comedores sociales.
¿Qué apoyo estáis teniendo por parte de las autoridades? ¿Y de la Iglesia?
Respecto al Ayuntamiento la situación de la emergencia sanitaria y el estado de alarma ha facilitado el entendimiento. Nos sentimos apoyados y trabajando el red. Respecto de la Iglesia el cardenal Omella nos ha llamado y por vía de varios mensajes nos da ánimos para seguir adelante, cuidado a las personas más vulnerables. Otras parroquias nos han pasado alimentos, ropas o donativos de sus feligreses. Varios curas discretamente han hecho ingresos en nuestra cartilla. Movimientos eclesiales colaboran en la atención a familias. Y a muchos voluntarios creyentes les tenemos que decir que no pueden venir, dado los riesgos de contagio. Un grupo enorme de voluntarios jubilados de diferentes parroquias están deseando acercarse a ofrecer su ayuda, pero tendrán que tener paciencia. Y, como siempre, el apoyo sin fisuras del padre Ángel García, de Mensajeros de la Paz, y que tanto tiene que ver en que Santa Anna pudiera ver la luz.
¿Qué opinas de las campañas para que nos devuelvan la misa mientras ves a tantas personas sin hogar o sin recursos?
Creo que hay un espiritualismo autoconsolador que tiene más que ver más con una espiritualidad individualista que con el cristianismo. Es cierto que falta “la presencia y la figura”, en palabras de Juan de la Cruz, que se realiza en el sacramento, y en el abrazo y la cercanía de la comunidad. Pero hoy la protección de los más vulnerables -sobre todo los ancianos- nos exige evitar contagios para permitir contener y garantizar los cuidados médicos, en este sentido las normas del estado de alarma tiene su sentido. Las celebraciones retransmitidas, las celebraciones de grupos por vía telemáticas, las celebraciones a puerta cerrada han sido la forma creativa al viento del Espíritu. Aunque mantenemos la añoranza. El domingo pasado, seis voluntarios -manteniendo las normas de protección- celebramos la eucaristía con alegría pascual, a puerta cerrada tras el reparto de alimentos y allí incorporamos a todos los que no podían venir, a los que están confinados en la calle o a los han muerto en la pandemia. La mesa ancha de la fraternidad, con el Primogénito en la cabecera. Pero si la iglesia celebró en las catacumbas y en la persecución, seguro que hemos aprendido y estamos aprendiendo a celebrar en el confinamiento.
¿Cómo ha cambiado tu forma de ver la vida, la sociedad, y tu fe, a lo largo de estas semanas?
La vida, mi vida, es muy simple y muy frágil, tras nuestras certezas y sabidurías viene el “bicho” y nos coloca ante la realidad y la posibilidad de morir. Convivo en la sociedad del riesgo, que decía Ulrich Beck. No me siento satisfecho del mundo que hemos construido, esencialmente condicionado por las exigencias económicas, somos tan débiles y nos estamos matando con todo el planeta que creemos pilotar. Pero la experiencia creyente me recuerda que mi debilidad está sostenida por Dios, que nuestra fragilidad consentida humanamente, nos abre a una fortaleza que tiene en la gracia de Dios la fuente “que mana y corre”, otra vez Juan de la Cruz que me ha acompañado con sus “noches” y sus “llamas”. Toda la experiencia pascual es un éxodo de muerte y de vida, pero aquí el gotero es el amor desmedido del Hijo y el respirador el Espíritu Santo. Me ha acompañado, especialmente viendo tanto abandono y sufrimiento, esta cita de Pablo: "Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos" (2 Cor 4, 8-10). Los creyentes nos tomamos muy en serio la muerte, porque gozamos mucho de la vida, pero no tememos la muerte, “no hay temor en el amor” (1 Jn 4,18).
Por eso en este tiempo tampoco he temido arriesgar, siendo personalmente población de riesgo, pero con la prudencia exigida y en manos del azar siempre sorprendente pero nunca definitivo.
¿Cómo crees que saldremos, como sociedad y como Iglesia, de este trance (Mirada hacia el futuro)?
Hay una salida a la normalidad en falso. No queremos volver a la normalidad porque es destructiva con la creación. No queremos salir de casa otra vez para contemplar la injusticia y la desigualdad. Si abrimos la puerta no queremos conformamos con vivir con mascarillas, con hacer turismo seguro, con guardar en casa gel y doblar en los hospitales las UCIs. Como insiste el papa Francisco el cambio de paradigma invita a una reforma espiritual. La pandemia ha sido un aviso en la línea de flotación de la globalidad del planeta, algo no va bien, no vamos bien.
La iglesia europea, de la que formamos parte, cuenta con unas posibilidades limitadas no solo para hacer frente al coronavirus. Una iglesia envejecida, no solo en clero, se ha encontrado de la noche a la mañana encerrada como población de riesgo.
La separación entre la mística y el compromiso sigue siendo una dificultad que lleva a dos salidas en falso, el espiritualismo tradicionalista o el secularismo eclipsado de Dios. Sin embargo, están surgiendo brotes nuevos que son signos de la acción del Espíritu que apunta a recibir la vacuna de la conversión. Tantas iniciativas para poder orar juntos, tantas disponibilidades personales o profesionales más allá de la obligación y como una urgencia que nace de la fe, esa nueva conciencia de que lo caduco ya no sirve porque ha dejado de transparentar el Evangelio de Jesucristo. Esta pascua me gusta decir que estamos cerrados por resurrección. Pero tendremos que desconfinarnos de otro modo, más allá de lo que siempre ha hecho.
Fuente: Religión digital