La X Asamblea General Adsis se ambienta con cometas de colores, visibles en cualquier espacio común, acompañadas de esta frase evangélica: “entonces sopló sobre ellas” (Jn 20,22). Más tarde se nos explica que las cometas llevadas por el viento simbolizan nuestras comunidades sopladas por el Espíritu de Jesús Resucitado.
La eucaristía inaugural la preside el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro. Al inicio, cada comunidad presenta un objeto que la representa. Las lecturas de Pentecostés iluminan la homilía de Don Carlos, quien subraya que toda renovación tiene al Espíritu como protagonista: en los primeros tiempos de la iglesia, en el concilio Vaticano II y en Adsis. Nos exhorta a vivir con alegría, en éxodo y cerca del pueblo, para ofrecer el regalo de la fraternidad, que convocará por atracción y no por proselitismo.
Tras un descanso, el Moderador General saluda a todos los asambleístas, especialmente a quienes participan por vez primera. Para vivir y transmitir el evangelio en comunidad, nos pide confiar en el Espíritu, que nos irá comunicando lo que está por venir.
La siguiente intervención es de la reguladora de la Asamblea. Agradece el servicio generoso y creativo de tantas personas hasta llegar a la fase presencial, que será momento de discernimiento compartido, de apertura y creatividad colectivas, confiando que el Señor nos hará saber el camino.
Toni y Miguel Reyes nos proponen recordar, pasar por el corazón y redescubrir la acción del Espíritu en las fases preliminares de la Asamblea. Podemos contemplar y orar delante de cuatro rincones donde quedan registradas las imágenes de los diversos encuentros: la presentación del proceso U, el diálogo con el consejero y la reunión de comunidad, la experiencia de inmersión y los talleres continentales. Concluimos la mañana en la capilla, escuchando la vocación de Jeremías.
A la tarde se nos propone la dinámica titulada “la habitación vacía”. Repartidos al azar en tres grupos y en tres salones, contemplamos 24 cajas de cartón, cada una con el rótulo de un aspecto de nuestra vocación (credo, presencia, consejeros, fundación, y así hasta 24), apiladas en forma de casa. El trabajo consiste en recolocar las cajas según el diseño que cada grupo considera acorde a la nueva forma de vivir en comunidad. Eso implica diálogos para discernir qué dejar ir y dejar venir, y construir la nueva figura. Cuando cada grupo termina su trabajo, invita a los otros dos para explicar la obra, en un caso una espiral, en otro una persona, y en el tercero valores adsis movidos por el viento. El soporte fotográfico hará más comprensible estas explicaciones de la crónica.
Terminado el descanso, regresamos los tres grupos al aula. Allí realizamos la primera votación de la Asamblea, consistente en elegir la persona que constituirá la Mesa junto a Fermín y Karmele; será Amaia Ormaetxea, para dar turnos de palabra y moderar diálogos, especialmente.
A continuación, sube a la Mesa la comisión encargada de revisar los documentos de Identidad Adsis: Txema Sobrino, Álvaro Chordi y Begoña Martínez. Fermín presenta el primer trabajo realizado por ellos, consistente en proponer cambios en el Directorio para que esté en concordancia y coherencia con otros textos, especialmente los Estatutos. Se nos reparte el documento para estudiarlo personalmente, y lo votaremos el viernes.
La siguiente aportación es de Piluca, nuestra asesora en el método U desde el inicio. Su charla se titula “Soy asambleísta. ¿Cuál es mi rol?”. El rol del asambleísta es desplazarse desde la propia visión hacia la frontera, para encargarse de las otras comunidades Adsis, abriéndose a otros contextos, incluso, mundiales donde discernir la voz del Espíritu de modo crítico y no emocional, con mucha atención para saber por dónde nos da el aire, de dónde vienen nuestras mociones interiores, si son del Espíritu de Dios y hacia dónde nos conducen.
Dejarse desplazar por el Espíritu se concreta en cuatro direcciones:
• Desde lo mental a lo integral.
• Del “egosistema” al ecosistema.
• De mi sensibilidad a la de Jesús.
• De las convicciones a las decisiones.
A cada asambleísta le corresponde ser dócil para dejarse llevar hacia la radicalidad del amor, “siempre más allá”, como Ignacio de Loyola propone.
El último ejercicio del día es pensar qué podemos regalar a los demás miembros de la Asamblea, teniendo en cuenta las propias capacidades, cualidades o actitudes. Lo escribimos en un papel de regalo y vamos a la capilla. Cantamos, escuchamos la Palabra de Dios e intercambiamos nuestros regalos de papel.
Pasó una noche, pasó un día. Fin del día primero.