Van ya nueve meses desde que este virus impactó con una crisis social que ya venía de atrás y que se cifraba en una progresiva pérdida de las relaciones primarias (familiares, convivenciales, vecinales, de amistad…) en las cada vez más complejas sociedades modernas y que se traducían no pocas veces en términos de soledad no deseada o situaciones de pérdida de la autonomía vital no resueltas, deterioro psicosocial y exclusión social.