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“Aspiranteh’: Noh’ encontramoh’ en Villafranca, Tierra de quesoh’ y vinoh”’. Así, con el buen humor por bandera y entonando una presentación al más puro estilo Masterchef, comenzábamos el Camino de Santiago 2015. En una de las ediciones más numerosas jamás organizada por las Comunidades Adsis, 33 quinceañeros y sus acompañantes comenzaban su peregrinaje a través de la fuerza de voluntad, el compañerismo y el autodescubrimiento.

Por Luís Hernández Plaza con la colaboración de los otros 32 “Caminantes”

Sin que nadie me lo haya pedido empiezo este post, esta noticia en la que devolver a mi corazón la emoción vivida durante 8 días. Pensaba que una imagen vale más que mil palabras y por eso quiero inundar este artículo de imágenes. Casi 600 fotografías compartidas en un destartalado grupo de Whatsapp no debían quedarse sin más en el ciber–espacio. Muchas, la mayoría, son de compartir.

Podría escribir un artículo resumen explicando cada complicada etapa; describir el fabuloso paisaje que León y Galicia nos han regalado; hacer un cómputo de ampollas (muchas) y lesiones (pocas); o podría explicar las reflexiones de la tarde. Estimado lector, has acertado: no voy a hacer nada de esto. Lo que me gustaría es subrayar + mayúsculas + cursiva + poner en rojo el proceso interior que, como acompañante, he visto brotar a mi alrededor.

Allá voy con los 10 pasos del camino:

Paso 1: La amistad elevada al cuadrado.

Todos, sin excepción, hemos experimentado una frase compartida en el camino: “El Camino lo hacen las personas que van a tu lado, no los kilómetros que andas”. Nuestros chavales son expertos en construir relaciones profundas, así lo han demostrado: solidaridad, escucha, entrega, cariño… el Espíritu ha querido que se quisieran tanto como para pensar antes en el otro.

Paso 2: Se puede vivir con nada y menos.

Aunque los helados se vendían a raudales en la (imprescindible y conjunta) parada de las nueve de la mañana, el camino ha sido una experiencia de austeridad. Cuando vives 8 días con “lo puesto”, te das cuenta de que el armario de casa es una exageración sin sentido. No son necesarios los lujos para experimentar el amor y la felicidad. Bastan dos camisetas, dos pantalones y poco más.

Paso 3: Quiero seguir. Aunque me haya roto.

Lesionarse no significaba abandonar. Los, por prescripción médica, que tuvieron que reposar unas horillas nunca quisieron parar. El camino es un reto físico también, y las ganas de superación nunca han faltado incluso para los que peor lo pasaron.

Paso 4: Nada de ir corriendo, mejor hablar con gallinas.

Cuando llevas dos o tres etapas en la espalda te das cuenta de lo genial que es tomarse el camino con tranquilidad y simpatía. Cualquier excusa es buena para preguntarle a una gallina dónde se encuentra la siguiente etapa. Y así, también te das cuenta de que todos los que tienes a tu alrededor, sí, los desconocidos, también tienen una historia que contar. Desde la dulce María de 7 años hasta aquel valenciano que “volaba” a los 75 años, todos han regalado una expresión distinta.

Paso 5: La Alegría de repartir felicidad.

Una de las dinámicas más populares consistía en repartir pulseritas a todos aquellos por los que los Caminantes hacíamos algo. Tragos de agua, cremas solares e incluso masajes pasaron de unas manos a otras, llevando a cabo una cadena de solidaridad que sorprendió. Por si esto fuera poco, los adolescentes también tenían que participar activamente en la limpieza y cocina en los albergues. Escaqueos aparte, se ha aprendido una gran lección: poner la felicidad del otro por encima de la mía y trabajar en equipo son, también, mi Alegría.

Paso 6: Me he mirado, he crecido.

Personalmente (y creo que esto lo comparto con el resto de acompañantes adultos), mirar a los ojos de los chavales me ha dado la confianza y admiración de sentir que han crecido, que han dado un paso definitivo hacia su adultez y que han superado barreras que ahora quedan atrás. Ninguno es el mismo, han brotado cosas fantásticas en cada uno.

Paso 7: Del no puedo al llego la primera.

“Soy capaz de conseguirlo” ha sido la frase más repetida, aunque no siempre fue así. Los primeros días, el cansancio y al desesperación hicieron mella en las esperanzas. Pero “tachán!”, muchos de los que empezaron el Camino de Santiago fueron escalando cada vez más y más posiciones mientras otros hablábamos con gallinas. La vida te demuestra que no tienes límites y tu fuerza te hace brillar.

Paso 8: Quiero conocerme más.

Porque puedo cambiar todo lo que no me gusta, quiero saber más de mí. Quiero escucharLE y escucharme y cada día aprovecho más las tardes en los pueblos del Camino para responder a mis preguntas y crecer como persona. Desde el clásico “¿Quién soy?” al “¿Qué quiero cambiar?”. Ha sido mágico escuchar la profundidad de las palabras que se han compartido.

Paso 9: Los motivos para ir al Camino.

Pasó en la etapa 7, la penúltima, cuando conocimos algunos de los motivos para comenzar esta experiencia. Motivos lanzados del corazón que nos emocionaron y cautivaron como pocas veces. Y te rindes ante la verdad: el Camino no es deporte, el Camino es un proceso con el que cumples un sueño, alcanzando los motivos que te llevaron a andar.

Paso 10: Entrar en Santiago y que retumbe el Obradoiro por sus cuatro contados “Sí se puede”.

Ese momento, EL MOMENTO, es uno de los más emocionantes que vivirás en tu vida. Las lágrimas caen, los abrazos son interminables, todos aplauden y cantan (“¡Yo he visto a Santi Compostela!”). Es el momento de felicitarse y de despedirse de una aventura que te deja un sabor dulce. Una aventura en 8 etapas, un montón de pueblos diferentes y 10 pasos.

Epílogo: Confiar

El reto más grande, a veces, es confiar. Confiar en un Padre Bueno, en Ese que nunca defrauda. Andar por la vida pisando con toda la planta del pie, para dejar huella y que, al mismo tiempo, todo lo que pasa alrededor te deje huella es lo que Él nos pide. Ninguna experiencia mejor que el Camino de Santiago para palpar este revolucionario mensaje.