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Introducción


Parte de esta reflexión sirvió de apoyo a la Propuesta que se presentó en la XII Escuela de Pastoral con Jóvenes del pasado mes de noviembre de 2013. Tras un trabajo de reflexión de un grupo de jóvenes, se pusieron en conversación con el autor de este artículo. En la Escuela, tuvo lugar una entrevista de varios de estos jóvenes que fueron planteándole retos, cuestiones y percepciones en torno a la Iglesia y los jóvenes. Las respuestas dadas en ese momento encuentran en esta reflexión que ahora presentamos su marco y parte de su contenido. Teología, mundo actual y pastoral se entremezclan con la sabiduría de autores consagrados y la experiencia de acompañamiento de jóvenes del mismo autor.

Este artículo pretende reflexionar sobre las raíces eclesiológicas de nuestra fe teniendo como telón de fondo la pastoral con jóvenes. El motivo y horizonte implícito de esta reflexión es la pregunta ¿cómo acercar jóvenes e Iglesia?, que parecen hoy dos polos antagónicos.

Presentamos a modo de flashes algunos datos por todos conocidos. La religión sigue ocupando uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes (22%). Estamos a la cabeza de Europa en increencia juvenil. Las investigaciones recientes nos indican que se sienten casi siempre felices sin necesidad de recurrir a lo trascendente. La Iglesia es una institución poco valorada para los jóvenes. Ocupa el último lugar en los estudios. La opinión que genera mayor grado de acuerdo es la que se refiere a la riqueza de la Iglesia, el 76% considera que la Iglesia es demasiado rica.

La participación social juvenil se hunde: el 81% no pertenece absolutamente a ningún tipo de asociación u organización, ya sea juvenil, cultural o deportiva. Los aspectos afectivos y las relaciones interpersonales son las cuestiones que mayor grado de satisfacción generan entre los jóvenes. Así, el 97% de los entrevistados se muestran satisfechos (mucho o bastante) con su familia y el 95% con sus amigos. Las actividades relacionadas con ir a bares o cafeterías, ir a discotecas o salir al cine son muy importantes para los jóvenes. Están desesperados por estar relacionados, pero desconfían del estar relacionados para siempre.

Les define el desencanto. Se retiran a su propio mundo, coto vedado para los adultos. Se sienten y se perciben como alejados socialmente. Se alejan de un mundo que temen y que no les gusta.

Un valor muy importante para nuestra sociedad y para ellos es la libertad. De ahí la libertad que encuentran en internet. Así mismo, el valor fundamental que domina en el mundo religioso ya no es el de verdad, sino el de autenticidad. Así están las cosas. Tomar conciencia de ello nos ayudará a presentar mejor la Iglesia.

Los medios de comunicación.

Hay un acuerdo generalizado, después de constatar la realidad anterior, que la transmisión de la fe ya no se produce ni en la parroquia, ni en la familia, ni socialmente, ni por los padres, ni el colegio. Somos más conscientes de que estos canales se han interrumpido.

Crónica Visual de la Escuela de Pastoral con Jóvenes celebrada en Septiembre

La inmensa mayoría de los cristianos bautizados en-cuentran primariamente a la Iglesia y al mensaje del Evangelio en el mundo de los medios de comunicación, y tan solo secundariamente en formas directas de comunicación eclesial. Los medios transmiten una selección, una imagen de la realidad, como informaciones orde-nadas prácticamente, y cuya mezcla y composición se adaptan al gusto del público.

La inmensa mayoría de los cristianos bautizados encuentran primariamente a la Iglesia y al mensaje del Evangelio en el mundo de los medios de comunicación , y tan solo secundariamente en formas directas de comunicación eclesial. Los medios transmiten una selección, una imagen de la realidad, como informaciones ordenadas prácticamente, y cuya mezcla y composición se adaptan al gusto del público.

Hoy día, el mundo de los medios de comunicación y su fisonomía lingüistica pública poseen la preponderancia frente a otras instituciones (distintas a la familia, la sociedad, la escuela, incluso la comunidad eclesial o local), no sólo en el ámbito de lo religioso, sino en lo moral y en otras muchas dimensiones de la sociedad.

Este aspecto me parece de muchísima importancia. El joven no conoce a la Iglesia. Conoce la imagen deformada que le suministran los medios de comunicación. Esto unido, a una pequeña capacidad crítica hace que la imagen que ellos tienen del cristianismo y de la Iglesia sea pésima. Así mismo, nos encontramos ante un dilema: los medios de comunicación suelen dirigirse a las autoridades eclesiales para que hagan declaraciones sobre cuestiones morales. «Se espera de nosotros que establezcamos claramente cuáles son las normas y que demos órdenes. Si no lo hacemos, nos tacharán de imprecisos y liberales. Si lo hacemos, nos tacharán de conservadores y mandones». El cardenal Kasper, afrontando este desafío que nos presenta nuestra sociedad globalizada realiza una profunda autocrítica: «la iglesia vive un déficit de comunicación tanto interna como externa. Construir una cultura comunicativa, un estilo dialógico y estructuras comunicativas es desideratum urgente».

Jesús construye la casa

Una vez presentada sucintamente la realidad, con sus datos, nuestro análisis de ellas y algunas posibles pistas, en este apartado volvemos nuestros ojos hacia Jesús, para buscar un sustrato seguro en el que asentarnos y no construir la casa en arena. Presentamos algunos elementos claves en la vida de Jesús para entender qué es la Iglesia, cómo es la casa construida sobre roca que Jesucristo quiere para nosotros.

Parecería que habría un acuerdo de mínimos de muchos agentes pastorales con muchos postmodernos sobre la frase: «Jesús sí, la Iglesia no». En esta afirmación se revela un no a la Institución, un deseo de quedarnos sólo con el Carisma. Es una visión postmoderna (que reniega y no confía en las instituciones) y protestante de la Iglesia. Un peligro y una tentación que hemos de abordar. Sin embargo, el sueño de Dios es la Iglesia, la unión de los hombres con Dios.

Jesús y los doce

Pero comencemos por Jesús. Jesús anunció la buena noticia de la presencia inminente del Reino de Dios al pueblo de Israel. Llamó a la conversión del pueblo para acoger el Reino de Dios. El Reino de Dios es la presencia salvadora de Dios en medio de nosotros. No hemos de olvidar que «el Reino de Dios» es un concepto religioso, pero también social10 y político. Sorprende cómo Jesús anuncia el Reino y la ética del Sermón de la Montaña en un contexto de amistad. La paradoja de Jesús es que acogía incondicionalmente a todos, pero también les exigía todo. Aquí se encuentra la raíz y el fundamento del ser de la Iglesia.

Nada más empezar su ministerio, Jesús llamó a unos discípulos para que lo siguieran (Mc 1,16-20). También lo seguían mujeres (Lc 8,1-4), algo inusual en el judaísmo. Fueron muchos sus discípulos. Vivió con ellos, compartieron la vida, su dinero y la misión de Jesús12. De entre sus discípulos, Jesús reunió junto a sí a «Doce» para que estuvieran con él y para enviarlos anunciar el Reino (Mc 3,13). Serían los jueces de Israel. Su presencia junto a Jesús era ya anticipo y realización del Reino que anunciaban. Los Doce simbolizan la inclusión de todo Israel en el Reino que ha de llegar. Son germen de la Iglesia.

En la última noche de su vida reunió a los suyos y compartió con ellos su persona y su vida (carne y sangre, pan y vino), se sintió unido a ellos y les anticipó el futuro del Reino. Es una acción profética que desencadena lo que simboliza: la unión de todos los hombres con Dios. Conocemos cómo se desarrollaron los acontecimientos en esa noche, con el abandono de los discípulos en Getsemaní (Mt 26,56) y la crucifixión de Jesús, el hombre para los demás, muere abandonado y solo, insultado y torturado.

La experiencia de la Resurrección

Sin embargo, no terminó esta historia con la cruz de Jesús y el abandono de los discípulos. Los discípulos le experimentaron «vivo» (Lc 24,23). La resurrección de Jesús contiene el centro de nuestra fe. Ahora bien, a la resurrección solo podemos acceder por sus efectos.

Los discípulos comienzan a anunciar que el Reino de Dios se ha desencadenado con la resurrección de Jesús. Por eso esperan la revelación definitiva del Reino de Dios precisamente allí donde, según la fe judía, se ponen en marcha los sucesos escatológicos: en Jerusalén. El restablecimiento de la integridad del círculo de los Doce, la oferta del bautismo y la vuelta de los discípulos a Jerusalén indican claramente que la comunidad postpascual de los discípulos, fiel a Jesús, prosigue la reunión escatológica de Israel comenzada por el Maestro. La experiencia del Espíritu. El gran olvidado Entre los acontecimientos postpascuales, los discípulos nos cuentan que experimentaron la presencia del Espíritu Santo como don de Jesucristo resucitado. El Espíritu Santo no es un invitado de segundo orden ni a nuestro mundo, ni a la Iglesia. El Espíritu actúa desde la creación; habló por los profetas y de alguna manera late en el corazón de cada persona. Interviene en la encarnación del Hijo y especialmente le acompaña desde el bautismo hasta el momento de su expiración. La Iglesia ha sido fundada por el Espíritu partiendo del fundamento de la comunidad de Jesús. Una Iglesia que ahora es Templo del Espíritu, es decir su casa. El plan de Dios es que el Espíritu pueda habitar en nosotros. «El Verbo se hizo carne para que pudiéramos recibir al Espíritu Santo». Es Él el gran artífice de la Escritura, que es medio para el encuentro con Dios y de la misión y anuncio del evangelio.

¿Qué nos ha traído Jesús?

Después de esta breve presentación, aquí hemos de relanzar la pregunta que se hacía Benedicto XVI: ¿A qué ha venido Jesús a nuestro mundo? ¿Qué ha dejado su paso? Benedicto XVI responde que nos ha traído a Dios. Pero hay más. Jesús nos ha dejado una nueva manera de mirarnos, de entendernos, de relacionarnos. Nos ha querido hacer libres, enseñarnos a relacionarnos desde el amor y el perdón, desde el servicio y la solidaridad. Lo ha hecho con sus palabras y sus obras. Nos ha regalado una nueva comunidad donde experimentar su salvación de manera concreta.


Tomado de Revista de pastoral juvenil (Diciembre 2013):

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Alfredo Delgado