Una buena pregunta para abrir las Jornadas de Pastoral Juvenil Vocacional de la CONFER 2013. Vamos percibiendo cambios en la manera de vivir y comprender la fe de los jóvenes que son reflejo de la sociedad y la cultura que nos toca vivir, y que constituyen, en sí mismos, signos de los tiempos que tenemos la tarea de acoger e interpretar.
Una primera constatación es que el hecho de que una joven o un joven crea en Jesús no quiere decir necesariamente que crea otras cosas que tradicionalmente en nuestra cultura católica asociamos a la fe cristiana, y que se refieren a cuáles son las maneras correctas de hacer las cosas (grandes y pequeñas), a qué rutinas vivir en la vida cotidiana o a qué cosas priorizar en nuestra vida y en nuestro día a día. En esas cosas, los y las jóvenes que creen en Jesús (verdadera y auténticamente), se acercan bastante más a sus contemporáneos no creyentes que a creyentes de otras generaciones.
Hecha esta constatación, cabe preguntarnos si la Iglesia hoy y nuestras organizaciones eclesiales en particular estamos siendo capaces de relativizar creencias y modos de hacer que constituyen un verdadero filtro que deja fuera a jóvenes no por su experiencia o no de Jesús, sino por su capacidad de conformarse con otras creencias culturales que les son ajenas. Y si no, deberíamos buscar modos de solucionarlo.
Porque, si creemos de verdad en la novedad radical y permanente del Evangelio de Jesús y en la revelación progresiva de Dios por obra de Espíritu en la historia, hemos de acoger la maravilla de que aún no se ha inventado la manera de vivir el seguimiento de Jesús entrado el siglo XXI, y que los y las jóvenes creyentes están llamados a romper los moldes en los que nosotros tendemos a encerrar al Dios que viene, cada día, a habitar entre nosotros.
Cristina Menéndez