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Julio Parrilla, obispo de Riobamba: compañero en el servicio a Adsis

 

Vivo profundamente agradecido por la vida de José Luis. Lo conocí en Etxabarri de Cuartango, al amparo de la ermita de Eskolumbe, cuando yo buscaba un aire nuevo capaz de oxigenar mi alma y mi vida. El encanto de su convicción, su fe evidente en el Señor Jesús, la fuerza de sus palabras, la seguridad de su propuesta de fraternidad, me abrieron el horizonte y me marcaron el camino de mis andares. Después, la vida me ha ido llevando y trayendo y ya, a las puertas de la vejez, descubro que siempre he sido fiel, a veces limitadamente fiel, al amor del principio.

A veces mi relación con él no fue fácil, a pesar de la cercanía y del trabajo compartido. O quizá precisamente por ello. Fue intenso, provocador y terco, un gigante cuya sombra me acompañó toda la vida. A la fuerza del principio se unió la ternura del final. Sólo alguien así podría estar en el origen de Adsis y llenar de sentido la vida de tantos…

Cuando construíamos la casa de Peñagrande me dijo: “Esta casa nos sobrevivirá”. Siento que también él me sobrevive, me sobrepasa y me sostiene, con la fuerza de las rocas y el valor de los cimientos. Por eso vivo agradecido. La fe que supo depositar en mi corazón me acompañará siempre.