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En ocasiones la gente nos pregunta que por qué decimos ser voluntarios, por qué nos gusta compartir nuestro tiempo con la gente que lo necesita o por qué cambiamos unas vacaciones con los amigos por irnos a lugares en los cuales hay gente enferma, sin hogar, o simplemente en unas condiciones peores de las cuales nosotros nos encontramos… en definitiva, personas que por diversas razones han encaminado sus vidas de una manera distinta a la que realmente les gustaría.

El motivo es sencillo, no nos gusta que la basura de algunos sea el tesoro de otros, no nos gusta que existan pobres y ricos… no nos gustan las diferencias y no nos gusta discriminar. Por ello luchamos. Somos personas que consideramos que con granitos de arena se puede crear un montón, que con cada aportación, por muy mínima que sea, se consigue avanzar. Nos gusta luchar en contra de las injusticias sociales, nos gustaría terminar con ellas. Por ello aportamos nuestro granito de arena, para que exista una igualdad respetando las diferencias, ya que las diferencias son las que realmente hacen que cada persona sea única. Aportamos nuestro granito de arena para que esta utopía se haga realidad. Por ello y para ello, somos voluntarios.

Por todo esto, este año nuestro granito de arena se ha basado en un campo de trabajo en Logroño. Allí convivimos una semana con gente que se encontraba en una situación de exclusión social.

¿Qué hacíamos?

Estuvimos en dos sitios diferentes: Chavicar y Cocina económica. Chavicar es un pabellón de reciclaje, en el cual hay unos pocos trabajadores y unas cuantas personas en formación. Además se realizan rutas por Logroño y los alrededores, para recoger diferentes tipos de materiales para después poder reciclar. En Chavicar, realizábamos los trabajos junto a todos, como si fuésemos uno más.

La cocina económica, por otra parte, era un pequeño grupo de unas 10 personas, lo cual supone que era un grupo mucho más reducido que el que había en Chavicar, y la labor era montar piezas. Con estos nos sentábamos alrededor de una mesa y mientras hablábamos con ellos y compartíamos diferentes cuestiones, montábamos las piezas.

Además de estos dos sitios, los voluntarios comíamos en el comedor social de la cocina económica, para poder compartir la experiencia y poder ponernos en el lugar de todos ellos. Comíamos como unos más de ellos, compartiendo mesa y poniendo en común las diferentes cosas que queríamos contarnos los unos a los otros.

Pero lo más importante no es la labor que realizábamos allí, sino la compañía. Nadie es demasiado pequeño ni “pobre”, ni demasiado “especial”. Todos pueden poner sus “saberes” al servicio de otros. Esto fue lo que realmente nos ocurrió. Realmente nuestra ayuda en el campo de trabajo fue mínima, porque en tan poco tiempo apenas pudimos realizar actividades, ya que nos costaba más aprender que hacer. Pero teniendo esto en cuenta, nos dimos cuenta de que por mucho que fuese una pérdida de tiempo para ellos el tener que explicar cómo se realizaban las cosas, lo hacían encantados. Nos dimos cuenta de que en realidad lo que importaba no era la actividad, sino el pasar tiempo con ellos.

    En realidad, supimos que no éramos nosotros los que teníamos cosas que enseñarles, sino ellos a nosotros. Que todos teníamos diversas cosas que compartir los unos con los otros, y que ninguno era más que nadie.

    Pero lo que realmente más resaltaríamos de este campo de trabajo es lo bien que nos sentimos en él. El sentimiento de compañerismo que recibimos por parte de ellos hacia nosotros, sentir que contaban con nosotros como si fuésemos unos más, el cariño que nos cogieron, la confianza de contarnos sus experiencias y vivencias… Nos sentimos realmente integrados en un ambiente de gente que no conocíamos. Fuimos muy bien recibidos.

    Consideramos que este campo de trabajo nos ha servido para conocer una realidad que la mayoría de la sociedad hace como si no existiese, para compartir tiempo con esta gente. Además este campo de trabajo nos sirvió para conocer a diferentes voluntarios, ya que entre nosotros no nos conocíamos y poner cara a gente que al igual que cada uno de nosotros, está aportando en esta lucha. Por ello, nos ha servido para darnos cuenta, de verdad, de lo importante que sería que cada una de las personas del mundo, aportase un poquito.

    ¿Por qué no hacer que este sueño de convertir la utopía en realidad se haga posible? No aceptes la realidad tal cual se plantea, se puede crear una realidad diferente. Aporta tu granito de arena, ¡juntos podemos conseguirlo!