Rezar este Evangelio, en medio de la situación social que nos acontece, es algo muy importante. Esta situación que se le presenta a Jesús trae a nuestra actualidad la incredulidad acerca de vivir solamente desde el presente, como si nuestra existencia y la de los demás, comprendida en totalidad, no tuviera sentido.
La vital importancia de vivir en el aquí y en el ahora, no nos exime de la radicalidad de la esperanza en que nuestras acciones se traducen en vivir en algo mucho más profundo que el presente, pues constituyen también la reivindicación de un pasado y la ocupación de un futuro.
Jesús es inducido a entrar en este tema producto de una falsa actitud de parte de los saduceos, a quienes no les interesa realmente el problema de fondo, dado que pertenecen a una élite y tienen una actitud machista. Velan por su propio conocimiento, sin permitirse abrazar una esperanza sobre lo que acontece en esta vida.
Jesús responde maravillosamente, y lo hace desde la alianza. Recuerda el encuentro con Moisés, que además nos recuerda que Dios está hablando sobre el sufrimiento de su pueblo, y le dice que el Señor es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Jesús trae al presente la alianza vivida con su pueblo, con su historia y con cada uno y una de su descendencia. Esta alianza es perpetua y vivida de generación en generación.
En otros relatos evangélicos, Jesús también habla de esta resurrección y de esta suerte vivida, como en la relación entre en el rico y el pobre Lázaro, y también en el juicio de las naciones (Mateo 25, 34) cuando habla de los Benditos de mi Padre, porque el amor a los pequeños es lo que los ha puesto ante Dios.
El aspecto fundamental está en la respuesta de Jesús, cuando afirma que “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos: porque para Él todos están vivos”. Pablo, específicamente en Hebreos 11, habla de la fe, y la define como la esperanza en lo que no se ve. Este hecho nos pone en actitud de luchar y hacer nuestras las acciones de justicia, aun sin ver los resultados inmediatos, pero confiando absolutamente en el futuro; no solo en el de esta vida, sino también en la resurrección, pues en su justicia, Dios reivindica a cada una de sus criaturas. Además, Pablo señala que, en esta historia de fe que comienza con el pueblo de Israel, poseemos una Patria, y esa es la Patria de Dios. No tenemos un lugar al que volver, sino que vamos hacia un lugar. Aquello nos mueve hacia un futuro donde Dios reina y hace justicia.
Por un lado, debemos vivir en el aquí y en el ahora, velando en el sufrimiento, pero siendo portadores de una esperanza de un Dios vivo que nos provee de un futuro pleno ante Él. Este futuro acontece con la justicia de los pequeños, como está expresado en el canto del Magníficat que, en este mes de María, nos recuerda que Dios cumple su palabra de generación en generación.
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl
Fuente original: Mensaje