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La juventud es tiempo de asomarse con fuerza a la vida, una vida que desea ser comprendida, una vida en la que cada joven, y en realidad cada persona, más allá de la edad que tenga, quiere encontrar su lugar, su modo, su tiempo, su felicidad, su alegría…

Jóvenes y no tan jóvenes ensayamos formas y pertenencias para ello. Y jóvenes y no tan jóvenes buscamos la compañía de algún actor o actriz secundaria que, al menos, permanezca al lado, acompañando los intentos. Un “Elí” que nos fortalezca la confianza para poder escuchar también el “Samuel, Samuel” destinado a cada persona y sus búsquedas.

“Solo la presencia prudente y sabia de Eli le permite a Samuel dar la interpretación correcta a la palabra que Dios le esté dirigiendo” (IL 81).

Porque cada día hay una palabra dirigida y ofrecida que no siempre estamos en disposición de escuchar e interpretar. Esa palabra que suscita en el fondo de cada persona el camino hacia la Alegría interior deseada, especialmente deseada por tantos y tantas jóvenes. La palabra que nace de un encuentro significativo que provoca mil preguntas y alguna que otra respuesta.

En medio de todos los encuentros que suceden en el día a día, ¿cómo poder despertar de mejor manera la atención para identificar “el encuentro” que activa el deseo de la Alegría y que aclara la vista para poder discernir de entre lo bueno… “lo mejor”?

Lo “mejor” que tenemos es la búsqueda permanente, el deseo actualizado cada día y en cada momento de nuestra historia personal o comunitaria, del verdadero encuentro que sigue movilizándonos a buscar. 

También cada joven busca “lo mejor”. 

Y no queremos quedarnos al margen de estas búsquedas sino compartirlas, desde la experiencia previa de ser personas encontradas. Y es que en la vida somos un poco de Eli y un poco de Samuel… porque cada Samuel necesita la confianza y cercanía de un Eli… y también cada Eli renueva la escucha y el entendimiento con cada Samuel que busca.

Bego Martínez