Según la bella parábola de un sufí persa, en el mes de nisán las ostras suben de las profundidades del Mar de Omán y se posan con la boca abierta en la superficie. El vapor se eleva del mar y cae como lluvia por mandato de Dios y algunas gotas entran entonces en las conchas abiertas y estas se cierran, bajan a las profundidades del mar con su corazón lleno y cada gota de lluvia se convertirá en una perla.
Algo así ocurre con las palabras bíblicas: encierran un secreto y precioso centro que solo se revela a quien, empujado por el deseo, está dispuesto a emprender un viaje de descenso para bajar a su encuentro. Como en la fonte de Juan de la Cruz, ese centro está escondido y quien quiera descubrirlo tendrá que llevar en las alforjas de su viaje lo mejor de sus cinco sentidos para contemplarlas, escucharlas, saborearlas, tocarlas y percibir su aroma.
Este libro quiere servir de guía para esos viajeros y las palabras elegidas no son las más «graves» ni las más «rotundamente bíblicas» (amor, vida, alianza, verdad, gracia…): sobre estas hay ya mucho escrito y el camino que conduce hacia ellas es un camino real, bien conocido y señalizado. Las que aquí aparecen suelen estar ocultas en vereditas más sombreadas y menos transitadas y no dan muchas facilidades para darse a conocer. Están ahí silenciosas y ocultas, esperando a que llegue alguien que las descubra, las acaricie, les haga preguntas y les pida permiso para tomarlas y albergarlas en el propio corazón. Y las pasee luego por toda la Biblia, para ver si se encuentran con sus hermanas gemelas que andaban perdidas por otras páginas y se alegre al verlas encontrarse, reconocerse, abrazarse y contarse cómo y por qué han ido a parar al lugar en el que están.
Entrevista a Dolores Aleixandre realizada por Religión Digital en 2012
Fuente original y libro: Sal terrae