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Rodolfo Pérez: testigo de los primeros tiempos

 

Mi historia de encuentro y relación con José Luís comenzó allá por el 58, cuando él había terminado sus estudios de filosofía en Roma y yo concluía el noviciado en los Salesianos de Mohernando. Fue entonces cuando nos conocimos. Él estaba pasando ese verano en Guadalajara y nos recibió el 16 de agosto a los de mi curso; nos acogió amablemente enseñándonos la casa que por tres años nos iba a albergar para que hiciéramos los estudios de filosofía y magisterio. Su talante de ‘estudiante de Teología, joven e inteligente, especialmente jovial siempre que se encontraba delante de jóvenes’, me cautivó, sintonizando desde el principio con él, algo que también pude apreciar en gran parte de mis compañeros.

Formando yo parte de una comisión de Liturgia en el Teologado en mi segundo año con Antonio Domench y Patxi Cano, éste nos compartió en la primera sesión de trabajo su experiencia del primer cursillo en Eskolunbe (agosto del 64), quedándoseme muy grabada. Los siguientes años, aunque a la distancia, pude comprobar cómo iban tomando fuerza los primeros grupos germen de Adsis en Deusto, Baracaldo, Salamanca, Madrid, y Béjar. 

Pero será en la II Conferencia General de Adsis en 1971, que siendo yo Catequista con los alumnos de formación profesional en el colegio de Atocha, estuve escribiendo y ciclostilando el borrador del primer Ideario que iba a ser votado y aprobado por los participantes de la Conferencia. Así fue como quedé yo muy tocado por el Espíritu y por el carisma que allí ya se esbozaba.

Formando parte de un grupo de oración con algunos salesianos también insatisfechos, me permitió situarme bien ante mi búsqueda hasta encontrarme de lleno con Adsis. Poco a poco me fui relacionando con el incipiente Movimiento, primero participando en las jornadas de catequistas Adsis en el Pajarón, y, posteriormente, haciendo el cursillo fundamental con José Luis en Alsasua, que dejó profunda huella en mí y donde yo pude hacer mi opción personal por Jesús de Nazaret y por la vocación Adsis. Así se hizo realidad el punto de encuentro con José Luis.

El final de esta historia de amistad termina con el último encuentro personal con José Luis ya en el lecho de su dolor, seis días antes de su partida. Encuentro íntimo, cercano, silencioso, sintiendo el dolor del que sufre y se te está yendo, pero con la firme convicción de que ya encontró su lugar definitivo. Hasta que pronto, José Luis, nos volvamos a encontrar juntos en el Señor.