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Pedro José Gómez Serrano: compartiendo la pasión por la animación comunitaria

 

Conocí en persona a José Luis muy tardíamente, cuando se alojaba en vuestra casa de Peñagrande. Acudí allí a alguna reunión de formación y a pedirle que animara un encuentro de ENCOMÚN, las comunidades que acompaño en Madrid. 

Sin embargo, había tenido la ocasión de leerle desde mucho antes, cuando, con unos 18 años, iniciábamos la andadura de la pequeña comunidad a la que casi 40 años después aún pertenezco. Leí primero su capítulo en el libro “El reto de los jóvenes”, publicado en 1987 por las comunidades Adsis en la editorial Atenas. Más tarde me encantó “Dios me dio hermanos” (CCS 1993), expresión que es para mí la esencia de la vocación comunitaria cristiana. 

De las lecturas y del trato personal me quedaron varias impresiones profundas que paso a enumerar:

  • Su convicción de que la modernidad y la secularización eran perfectamente adecuadas para poder vivir la fe cristiana, en contra de las apariencias.
  • La necesidad, igualmente urgente, de cambiar a fondo las mediaciones eclesiales (simbólicas, doctrinales, éticas y organizativas) para no alejarse del mundo vital de los jóvenes y de los pobres.
  • La certeza de que la vida cristiana es una articulación de polaridades que necesitan ser vividas integral y dialécticamente: individuo y comunidad; gracia y militancia; eclesialidad y secularidad; matrimonio y celibato; oración y compromiso... Por eso en sus escritos siempre se subraya la necesidad de vivir todas las dimensiones de la fe, a la vez e interconectadas.
  • La constatación de que la comunidad es la “piedra angular” en que puede ser posible vivir y compartir todas esas dimensiones armónicamente.
  • Su capacidad de alejarse del discurso eclesiástico estándar, siendo mucho más profundo espiritualmente en los planteamientos pastorales y mucho más realista en sus concreciones prácticas (posiblemente porque lo reflexionado estaba muy vivido y contrastado).

 

Probablemente el paso del tiempo le hizo más flexible y comprensivo con nuestra  condición humana (para bien suyo y de quienes le rodaban), sin perder la alegría, la utopía y la radicalidad del Evangelio.  Algo de esto percibí en una de sus sabias charlas a ENCOMÚN sobre la vida comunitaria, cuando dijo: “detrás de muchas tensiones suele haber muchas pretensiones”. Creo que tenía más razón que un santo. 

Para quienes están como es mi caso, que no le traté mucho pero tengo una profunda vocación comunitaria, su pensamiento, su talante y su vida constituyen un precioso regalo de Dios: ese alimento tan necesario para permanecer alegres y fieles al proyecto de vida compartida, que es, a un tiempo, aventura apasionante y difícil. Gracias.