Los viejos cineastas dejan testamentos: Erice, Scorsese, Kaurismäki, Schrader y Loach
Un año de películas espirituales a rebosar, como si la resaca de la pandemia, los retos de la humanidad ante el abismo o los atracones anestesiadores de series, exijan cambiar el paso y detener la mirada de forma más profunda y contemplativa.
1. Cerrar los ojos (2023) Victor Erice
Esta película seguramente será el testamento fílmico de gran cineasta vasco, Víctor Erice. Esta vez cuenta una historia del cine dentro del cine, lo que implica un cierto tono biográfico. La búsqueda por parte de un cineasta de su amigo actor desaparecido hace muchos años durante el rodaje de una película suya inacabada. Todo un ejercicio de reconstrucción de la memoria, en sus crisis y en sus dones, mirando la vida y suponiendo la muerte. Un cine donde cabe la pureza y el milagro, donde la paz se alcanza en los viejos lugares de la fe donde se va aprendiendo a cerrar los ojos.
2. Los asesinos de la luna (2023) Martin Scorsese
Scorsese siempre tras la redención en esta revisión desmitificadora de “El nacimiento de una nación” (1915) de D.W. Griffith. Los indios Osage sufren una tiple expropiación: primero de sus tierras originales, después del dinero fruto de recibir parcelas que resultaron rebosantes de petróleo y por último de sus vidas en una serie de asesinatos sistemáticos. Robert De Niro representará la ambición diabólica que destruye desde el engaño sin límites. Leonardo DiCaprio será la banalidad del mal, el asesino con desvergonzada inocencia, matando incluso al amor. Y Lily Gladstone magnificará la pureza de los pueblos originarios, con su cristianismo a flor de tierra compendia la bondad, la integridad y la sencillez en sus miradas y en sus silencios.
3. La sociedad de la nieve (2023) J.A. Bayona
El director de El orfanato (2007), Lo imposible (2012) y “Un monstruo viene a verme” (2016) vuelve a conseguir la combinación de aventura, riesgo y tensión con la profundidad antropológica. Esta vez devolviendo a la pantalla la tragedia de los supervivientes del accidente de aviación de los Andes. Narrada con su habitual pericia para atrapar, el público atraído por los retos que tienen que afrontar el grupo de supervivientes recibirá a cambio una inyección de coraje en este grupo de jóvenes. La cita evangélica “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13) será la brújula que nos permitirá comprender como una tragedia se puede trastocar en un milagro.
4. Teresa (2023) Paula Ortíz
Teatro hecho cine y la mística en la pantalla. Una película sencilla con dos trasfondos. La magnífica obra de Juan Mayorga sobre el diálogo de Teresa de Jesús con un Inquisidor que representa ambiguamente las propias tentaciones de la Santa, el celo y los celos espirituales y las preguntas del propio espectador. El segundo origen en la experiencia mística de la renovadora del Carmelo en Ávila narrada en sus propias palabras en el Libro de la Vida. Paula Ortíz tras la cámara y Blanca Portillo con Asier Etxeandia ante ella ponen imágenes en un terreno casi vedado, la conciencia íntima y la experiencia mística. El uso de los ambientes para describir lo interior, la recreación pudorosa y simbólica de las visiones así como las interpretaciones cargadas de registros permiten al espectador acercase, aunque sea con los pies descalzos al misterio inefable.
5. Fallen Leaves (2023) Aki Kaurismäki
Aki Kaurismäki es probablemente el mejor cineasta contemporáneo capaz de reunir lo espiritual y lo laico de forma indisoluble. Tras seis años sin saber nada de él, vuelve a las pantallas con esta obra maestra a la altura de “Un hombre sin pasado” (2002). En ella retoma lo de siempre, los desahuciados resistentes, la comedia de lo trágico, la paleta de colores pastel, los personajes casi modelos Bresson y los quejidos melodramáticos de su banda sonora. El amor verdadero prende entre un alcohólico en paro y una cajera de supermercado que acaba trabajando en una fábrica. Como en Chaplin a los desgraciados solamente les queda la gracia del amor en los tiempos de las “hojas caídas” otoñales. Cuando lo hermoso no necesita efectos especiales y se trasparenta en los pequeños que pueden hace eterno no nimio, y sublime lo cotidiano.
6. Oppenheimer (2023) Christopher Nolan
No es extraña una película de Nolan entre las mejores del amor. Cineasta de los superhéroes trascendentes con la trilogía de “El caballero oscuro” (2005-2012), profundo en “Interstellar” (2014) y espectacular en Dunkerque (2017). Un caso de conciencia con el poder de la ciencia y la tecnología por medio y con el trasfondo de los nuevos restos de la Inteligencia Artificial. La carrera por la bomba atómica en las postrimerías de la II Guerra Mundial. Una baraja de los mejores científicos del mundo, eso sí bastante misógina. Pero con la ética como víctima entre tantas víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Los intereses ocultos de la guerra fría incipiente, el uso de los narcisismos con fines militares y la ciencia atrapada. Una reflexión sobre el mal con apariencia de bien y donde los arrepentidos no caben.
7. El maestro jardinero (2022) Paul Schrader
Paul Schrader ha reflejado en su cine personajes torturados al borde la de redención. La trilogía compuesta por figuras masculinas en búsqueda de una salida iniciada por “El reverendo” (2017), seguida por “El contador de cartas” (2021) y concluye esta vez con otro personaje de oscuro pasado en “El maestro jardinero”. Probablemente una de las películas más luminosas de su escuela del pesimismo. El jardín de la belleza se convierte en un lugar de rehabilitación. Un cultivador meticuloso se dedica a sus flores y a su dueña ambos con historia turbia por detrás, hasta que llega la sobrina nieta de la propietaria. Y un nuevo reto lo revuelve todo, pero esta vez para bien. Por fin, color a raudales iluminando almas oscuras.
8. El viejo roble (2023) Ken Loach
Grande Ken Loach. No solo por sus 33 películas y por ser testigo fiel del cine social. También por esta película que con los mimbres de siempre (la clase obrera abandonada, los dinamismos de marginación y la solidaridad de los últimos) logra emocionar y esperanzar. Dos comunidades casi irreconciliables: un pueblo minero venido a la ruina y unos refugiados sirios con todo el dolor a sus espaldas. Dos protagonistas antagónicos: el veterano barman del “The Old Oak”, un pub de decadentes, y la joven siria Yara tan espabilada como vulnerable. El conflicto prende en el racismo de los abandonados. “A estos les dan lo que a nosotros nos niegan”. Solo el cara a cara salva el abismo. Y, además, una catedral sirve de lugar de la belleza y la reconciliación. Un legado, mal que os pese a recalcitrantes de diferentes especies, que los hay.
9. Almas en pena de Inisherin (2022) Martin McDonagh
Después de la oscarizada “Tres anuncios en las afueras” (2017) vuelve el cineasta inglés con una historia de descenso y dimensiones de parábola. Dos buenos amigos del bar de cada día, uno de ellos en un momento de hastío solicita dejar de verse, el otro sobrepasado por tamaña deserción busca pertinazmente volver al punto de partida. Tan antiguo como Caín y Abel, un proceso de destrucción, personal y colectiva con los sonidos, siempre de fondo, de la guerra civil irlandesa de 1922. La incomprensión, las fronteras traspasadas, los vecinos que no terminan de ayudar. Y al fondo, la clarividencia de salir de una tierra maldita donde mueren los más vulnerables y seguir buscando la tierra de la promesa. El sueño de la hermana secundaria.
10. The quiet gild (2022) Colm Bairéad
Una niña de nueve años sobrevive en una familia tan numerosa como disfuncional, con una madre sobrepasada y un padre bestia parda. Cuando llega la hora de un nuevo parto de su madre, la trasladan a casa de unos familiares lejanos. Y allí se juntan el silencio de la pequeña autista por supervivencia y un matrimonio acogedor y misteriosamente dolorido. La llegada a aquel hogar, como Dios manda, supone la salida de la crisálida a mariposa. Y poco a poco aparece la sonrisa, la palabra y el abrazo. Pero esta visitación también cambia a los acogedores, allí también se abren camino para la luz. La bondad cura y salva, y todos tienen merecen el don de poderla recibir.
Fuente: Peio Sánchez en Religión Digital