Junto al metro de Las Rosas se encuentra un pequeño barracón convertido en un oasis en plena zona residencial de ampliación de San Blas. Es la parroquia Nuestra Señora de Las Rosas, y lleva allí 22 años. «Con infraestructuras mínimas, hemos tirado con el boom del barrio», comenta el párroco, Miquel Corominas, que muestra entusiasmado el terreno adyacente al barracón, donde irá el templo nuevo. Lo acaban de vallar esta semana.
En la parte trasera de la iglesia, que también es descampado, pusieron en marcha hace seis años un huerto ecológico. Fue una de las iniciativas del grupo de ecosocial de la parroquia, que lleva asentado en Las Rosas muchos años ya, antes de que el Papa Francisco hiciera pública su conversión ecológica. Empezaron pico y pala y nunca mejor dicho, explica Juan Pablo, uno de los integrantes del grupo, porque el terreno no era muy propicio y hubo que excavar grandes zanjas. Son en total nueve filas de cultivo más una transversal, en la que tienen plantadas fresas.
El perímetro también se utiliza: entre otros, hay un limonero, orégano, tomillos, lavanda... Las plantas aromáticas están también intercaladas entre las hortalizas y las verduras. Es por la polinización, nos cuenta Agustín, uno de los encargados del huerto (en la imagen). Hacen que se acerquen los insectos y así se facilita que lleven el polen de una planta a otra para que sean fertilizadas. El resultado se puede ver ahora, por ejemplo, en las calabazas –con flores macho y hembra– que ya asoman en una de las filas.
El uso de estas plantas es uno de los trucos vedes de este huerto que es cien por cien ecológico. Se suman un criadero de lombrices para hacer compost, la utilización de posos del café para fabricar también un compuesto que retrae a las hormigas y las babosas, y la utilización de albahaca para repeler a los insectos cerca de aquellas plantas a proteger. Solo en casos extremos de plagas de pulgón utilizan jabón de potasa, que se desintegra de forma natural.
Los cultivos son rotatorios para que la tierra se regenere, y además siempre hay alguna franja en barbecho. Lo que mejor se dan son las cebollas, reconoce Agustín, pero tienen de todo: guisantes, ajos, tomates de todas las clases –incluidos cherry y raf– judías, pimientos de Padrón y del piquillo, berenjenas, puerros, zanahorias… Junto con Agustín, trabaja el huerto Juber, Adela e Isabel (ambas, en la imagen). Van todas las tardes «a dar una vuelta». Isabel, que sabe mucho de esto porque proviene de una zona rural de Galicia, asegura que «esto necesita constancia; los huertos son seres vivos que hay que cuidar todos los días».
Este año, lo único que obligó a parar fue Filomona, aunque ni la nevada pudo con él. «Creímos que lo habíamos perdido todo –cuenta Agustín–, pero lo único que se estropeó fue el limonero; lo podé y mira cómo va ya...». Va muy bien a juzgar por la altura que ha alcanzado (supera el metro y medio) y el olor que desprenden sus hojas. Y aunque el huerto nació de la mano de personas vinculadas a la parroquia, está abierto al barrio. El párroco asegura que así se hace comunidad, desde inquietudes similares, «que igual no son religiosas...». El huerto de la parroquia «es una manera de estar en el mundo» y de darle protagonismo a la gente, algo que está grabado a fuego en el corazón pastoral de Corominas.
Tiempo de la Creación
El huerto será escenario, el próximo 2 de octubre a las 18:00 horas, de la celebración de tiempo de creacción en el arciprestazgo. Todas las parroquias se unirán en una jornada de oración para seguir la llamada del Papa Francisco en Laudato si a no desatender el clamor de la tierra y el clamor de los pobres. «Desde el grupo de ecosocial –señala Miguel Ángel, otro de los integrantes–, y en general en las parroquias, es lo que se hace: cuidar del medio y cuidar a las personas». Será una acción de gracias por la comunidad parroquial y una oración de intercesión «para poner en manos del Padre» los proyectos de las parroquias de cuidado del hombre y de la casa común.
En Nuestra Señora de Las Rosas llevan ya todo este tiempo hablando del lema de este año en las Misas de los domingos, ¿Una casa para todos? Renovando el Oikos’de Dios. En realidad, la ecología no es ajena a los feligreses. En junio pusieron en marcha, de la mano de la cooperativa El Olivar, un proyecto de recogida de aceite usado de cocina para reciclar. La cooperativa nació en 1989 para acoger a jóvenes sin hogar. Actualmente cuentan con un piso para ocho personas en riesgo de exclusión social, y desarrollan proyectos de inserción laboral.
La iniciativa en la parroquia ha sido todo un éxito y en pocas semanas se llenó el contenedor, que se colocó en uno de los laterales del barracón. «Los mismos trabajadores de El Olivar se sorprendieron cuando vinieron a buscarlo», destaca Arancha, otra de las integrantes del grupo de eco-social. En realidad, «cualquier parroquia podría ser punto de recogida», añade Javier, integrante también del grupo.
Otros proyectos implantados son un grupo de consumo de productos ecológicos, con proveedores de proximidad que cultivan en régimen de respeto de la tierra, y que suministran alimentos de manera quincenal; y un grupo de consumo de productos de comercio justo, con reparto mensual. Además, en la parroquia han incorporado trucos como el uso de fluorescentes led en todas las instalaciones, la compra de una vajilla reutilizable para los eventos parroquiales –«en realidad no la hemos usado casi porque fue justo antes de la pandemia», reconoce Arancha–; o la carrera solidaria el Día de la Tierra, en la que en lugar de entregar a los participantes botellas de agua al finalizar, sirvieron agua del grifo –«la del canal de Isabel II es buenísima», exclama Javier– en vasos reutilizables.
Junto a ellas, la parroquia tienen contratada la energía con una comercializadora de electricidad verde, que es una cooperativa que vende el 100 % de la electricidad procedente de fuentes renovables. Y no solo se ha quedado para el barracón, ya que la promoción entre los feligreses ha animado a nuevas contrataciones de este tipo de energía entre ellos.
Catequesis «sostenible»
En Nuestra Señora de Las Rosas es ecológica hasta la catequesis. Planteada para implicar a toda la familia, la catequesis empieza por los padres ya que la Primera Comunión de los niños supone, en no pocos casos, su vuelta a la Iglesia. El primer año, los que reciben la catequesis son ellos, que se reúnen una vez al mes. «No es mucho», de ahí que el párraco (en la imagen inferior, junto a Isabel, en el huerto) hable de «catequesis sostenible». También por ese cuidado integral a la familia. En ese primer año, los padres se llevan «deberes» a casa para hacer con sus hijos: ellos se convierten en sus catequistas. Además, empiezan a acudir a la Misa familiar de los domingos.
El segundo y tercer años, los niños se reúnen ya en la parroquia, y también los padres, en grupos reducidos, que ven los mismos temas que sus hijos en clave adulta. «Todo temas bíblicos –especifica el párroco–: el buen samaritano, las bienaventuranzas, Zaqueo...». La oración final la hacen conjunta, y son los padres los que la preparan, cada mes una pareja. «Y esta es la catequesis: papá y mamá me hablan de Jesús a mí y a mis amigos».