Sólo dejaremos de destruir la naturaleza –y de autodestruirnos–cuando nos dotemos de una nueva visión que nos haga conscientes de la dimensión sagrada de la naturaleza y de nuestro carácter plena y orgullosamente natural.
Así lo dijo, con voz profética, la EATWOT, la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo, en su última Asamblea Mundial, en Yakarta, Indonesia, hace cinco años. Y lo razonó, breve pero enjundiosamente, en su documento, «Visión ecológica y supervivencia planetaria»(1).