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La semana pasada, los obispos del Ecuador nos reunimos en Asamblea Plenaria. Uno de los puntos de nuestro encuentro fue el dialogo y el contraste de una situación no del todo feliz: vemos la realidad bastante enredada y el futuro diluido en medio de dificultades y silencios lentos. Somos consciente de la necesidad de un diálogo nacional efectivo pero, también, de la toma de decisiones claras que nos saquen del atolladero.

Así que, al final del Encuentro se publicaron los aportes (algunos entre los muchos posibles) para un auténtico diálogo nacional. No se puede hacer política sólo desde los intereses del poder, de grupos o de partidos, sino desde la dignidad de las personas y desde las exigencias del bien común. La inversión productiva y la creación de empleo deberían de quitarnos el sueño.

La mesa vacía dejó en evidencia la crisis económica apenas disimulada por la verborrea del líder. Pero van pasando los años y el futuro sigue pareciendo incierto. El desempleo y la falta de oportunidades van dejando en la cuneta a muchos de nuestros conciudadanos, auténticos volatineros para poder llegar a fin de mes.

Los obispos, con dolor, subrayan también el tema de la corrupción, la vergüenza y escándalo que supone de cara a los más empobrecidos. ¿Se dan cuenta del desfile de funcionarios de alto nivel acusados, procesados, condenados y huidos? Nunca el robo tuvo tantos devotos. La proliferación de sobornos, coimas y sobreprecios en la obra pública dejan una estela de delitos que deja al país en soletas. Irrita enormemente la lentitud de los procesos y la impunidad imperante. Añadan una buena dosis de delincuencia común, sicariato, femicidios, narcotráfico, robos y asesinatos y échense a dormir. La debacle está servida.

Preocupación fundamental causa la familia, sometida a la dictadura de la ideología de género, que va reduciendo, poco a poco, la sexualidad a una mera construcción cultural. Semejante ideología forma parte del paquete de lo políticamente correcto. Habría que escuchar a la ciencia y a la antropología, pero, sin demasiado rigor, el país se va llenando de leyes y de ordenanzas municipales ajenas a nuestra tradición cultural, mestiza e indígena. ¿Será esta una nueva forma de colonialismo?

Finalmente, los obispos vuelven a insistir en el tema de la ecología, a poner el dedo en la llaga del descuido de la Casa Común, más allá de intereses economicistas vinculados a los gobiernos de turno y a las transnacionales. El elenco de amenazas tampoco deja dudas: explotación de los recursos mineros, especialmente a cielo abierto, extracción petrolera, deforestación, destrucción de la biodiversidad, irrespeto a los pueblos no contactados y falta de consulta a las comunidades. Lo cierto es que el Ecuador es hoy más frágil que ayer.

Así que, gracias obispos, por no estar calladitos y por preocuparse del bienestar de su pueblo.

 

Autor: Julio Parrilla, obispo de Riobamba y miembro de Adsis.
Fuente original: Diario El Comercio