Cuando en febrero de este 2020 me convocaron Yamila y Marijose para ser parte de este equipo que acompañaría el curso de Prevención de Abusos Sexuales, nunca imaginé el año que estaríamos por vivir como humanidad. Si bien en ese tiempo se vislumbraba un año “algo especial”, mis dudas para responder a la convocatoria tenían más que ver con otras cuestiones. Sentía que no tenía una basta experiencia en acompañar esta temática en concreto, como tampoco conocía en profundidad el Movimiento ADSIS. Sumado a todo ello, que la labor fuera enteramente digital, me generaba alguna resistencia ya que mi propia creencia decía que sería difícil lograr cercanía y calidez por este medio.
Por algún motivo que desconozco sentí el llamado a aceptar la invitación y así lo hice. Hoy, mirando hacia atrás, agradezco el inmenso regalo que ha significado para mí ese sí. En un año en el que lo único evidente es la incertidumbre, este camino del curso ha encendido en mí muchas luces y confirmaciones y estoy profundamente agradecida por ello.
TRES GRANDES REGALOS
Si tuviera que resumir la experiencia vivida, el ser tutora de este curso a la vez que aprendiz, para mí ha supuesto tres grandes regalos.
El primero, reconocer la importancia de conocer más a fondo la dolorosa temática del abuso sexual y tomar conciencia de la necesidad de cuestionarme muchas actitudes, paradigmas y creencias que llevo muy arraigadas y que necesitan ser revisadas y cuestionadas.
El segundo regalo que recibí fue haber podido entrar, aunque sea por un momento, en el universo de ADSIS y descubrir la calidad humana, la madurez institucional y el compromiso que viven los hermanos y hermanas en trabajar seria y amorosamente por un mundo más justo y solidario. La acogida que recibí de parte del equipo de tutoras en primer lugar, y luego de todas las personas del Movimiento que me ha tocado acompañar, fue inmensa. Quiero destacar la enorme confianza que depositaron en mí y la apertura y naturalidad con la que me permitieron entrar a esta gran comunidad que es el movimiento y a sus propias vidas.
Sin duda Adsis enfrentaba un gran reto: responder al llamado imperioso que demandaba la dolorosa e innegable realidad de los abusos sexuales. Confirmo que a través de este curso supieron dar una respuesta adecuada en el tiempo oportuno. Por supuesto que esta respuesta es un primer paso importante entre tantos otros que vendrán. Pero como primer paso percibo que ha servido como catalizador de una realidad que no podía ser pasada por alto y que necesitaba ser atendida con urgencia y delicadeza a la vez. Fueron capaces de hacerlo logrando armonizar la solidez teórica que una formación de este tipo requiere, con la sensibilidad, cuidado y humanidad necesarias para transitarla. Y si bien sabemos que la temática del abuso sexual es densa y dolorosa, pude percibir en las personas que participaron del curso hondos deseos de sumergirse en la misma y trabajar por una transformación en la mirada, por un cambio concreto de paradigma tanto en sus vidas como dentro del movimiento, la sociedad y la Iglesia. Intuyo que esta iniciativa de ofrecer el curso y su gran acogida coinciden en un anhelo común: cuidar lo más sagrado que tenemos y que se nos regala, “La Vida” y su complejidad expresada en los vínculos.
Y por último, el tercer regalo que he recibido y bien importante, fue confirmar que el dolor puede ser un gran motor que impulse al cambio y a la transformación verdadera si así elegimos vivirlo. Creo que como movimiento supieron capitalizar el dolor y transformarlo en amor y fuerza de cambio. Para mí esta respuesta que han sabido dar es un claro signo de Resurrección en este tiempo tan confuso. Haber elegido poner sobre la mesa esta difícil realidad tiene consecuencias invaluables. Darle lugar a la vulnerabilidad que supone nuestra humanidad termina siendo, a mi modo de ver, la mejor decisión para lograr la conexión entre hermanos y hermanas que deciden vivir de un modo nuevo, más humano y fraterno.
Celebro esta dinámica que se va gestando dentro de Adsis, esta estrella que guía a favor de relaciones más saludables, armoniosas y plenas. Aliento y animo a que el dialogo y la expresión genuina formen parte de la mesa diaria de cualquier comunidad. El amor siempre nos invita a la apertura y al dialogo sincero. Creo que la vida se nos juega en aquello que somos capaces de decir, pero también en lo que elegimos callar. Que el Dios de Jesús nos siga alentando a abrir nuestro corazón y a tener la certeza del valor sanador de la expresión amorosa y genuina.
Muchas gracias por este gran aprendizaje y regalo entre tantos otros que ha traído este 2020.