Aleluya es una película dedicada a Nigeria. A sus mártires, a su gente. Esta grabada en la capital y en varias ciudades del norte de un país donde el terrorismo de Boko Haram y el islamismo golpean con fuerza desde hace 15 años. ¿Cómo puede un documental dedicado a la persecución de los cristianos africanos titularse así? Es una de las muchas provocaciones que contiene esta cinta y que el espectador descubre con asombro a medida que se adentra en ella.
En 2014 el mundo entero descubrió las atrocidades de Boko Haram cuando fueron secuestradas más de 200 jóvenes que habían acudido a realizar un examen en Chibok. Aleluya relata las circunstancias de ese secuestro y recoge el testimonio de otras personas que han estado en manos de los terroristas durante meses. Decenas de miles de personas han perdido la vida y cerca de dos millones han tenido que abandonar sus casas. Su director ha realizado numerosas entrevistas de víctimas de la violencia islamista. Pero Aleluya no es una película morbosa ni triste. De Nigeria nos llega, con este documental, la vida de un pueblo que canta, que baila, que perdona, que permanece fiel y que agradece la fe recibida.
Esta película, Aleluya, es el tercer documental de una serie dedicada a los cristianos perseguidos. El primero de ellos, Walking next to the wall, fue rodado en Egipto y está dedicado a los coptos. El segundo, Nasarah, grabado en el Líbano, está dedicado a los sirios e iraquíes perseguidos por el Daesh. Los tres están disponibles en la plataforma Vimeo vimeo.com/user38259375/vod_pages. La serie está dirigida por Fernando de Haro a través de la productora N Medio. El proyecto se lleva a cabo con la ayuda del Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo y la Fundación Hernando de Larramendi.