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Me resulta difícil concebir una mirada franca a la realidad que no impulse a la búsqueda de un compromiso sociopolítico. Acabo de escribir la frase anterior y me pregunto si lo que digo es evidente.

Y pienso que seguramente no lo es para mucha gente.

Para gente, por ejemplo, que empieza frases con las palabras “los políticos…”

¿Los políticos? ¿Quién no lo es, por acción o por omisión? ¿Quién puede decir que sus actos o su inacción carecen de impacto en la vida de su comunidad, en las cuestiones de interés general, en la sostenibilidad de la vida a su alrededor?

Sin embargo también reconozco que para muchas personas no resulta fácil encontrar caminos para vivir y sostener un compromiso sociopolítico, una implicación en actividades que mejoren de forma estructural la suerte de sus conciudadanas y conciudadanos.

Por eso quiero escribir estas breves líneas, a partir de mi experiencia (personal e intransferible pero, espero, motivante e incluso orientadora) de búsqueda de un compromiso sociopolítico.

Y diría: en el principio está el sufrimiento.

El sufrimiento que tú mismo experimentas, o el que experimenta alguien cercano a ti. O alguien de quién, por alguna razón, te haces cercana.

A la vez, seguramente, en el principio también están tus necesidades y capacidades: de afecto, de seguridad, de conocimiento, de reconocimiento…

El caso es que en el encuentro entre el sufrimiento experimentado, conocido y reconocido y tus necesidades y capacidades surge alguna forma de compromiso, de hacerte cargo de algún tipo de realidad, de situación, de problema…

Como hija, como nieto, como vecino, como voluntaria, como compañero, como representante, como trabajadora, como militante…

Quizá te has topado de bruces con ese sufrimiento propio o (aparentemente) ajeno. Quizá lo has identificado por la influencia de una persona, de un grupo, de una entidad… Seguramente alguien ha contribuido a que te sensibilices, alguien te ha educado, alguien te ha ayudado a fabricar herramientas para acercarte a ese sufrimiento o potencial sufrimiento, para hacer algo al respecto…

En todo caso, tengo para mí que es fundamental que nunca te olvides de su rostro. Que nunca se te borre la huella de ese dolor que estuvo en el principio. Recuerda que es un sufrimiento de personas como tú, que es un sufrimiento tuyo. No olvides que es un sufrimiento real y concreto, que provoca sangre, taquicardias, angustia y muerte a personas de carne y hueso. Y recuerda que es un sufrimiento, en gran media, injusto y evitable…

Grábate a fuego esos rostros, esos nombres, esos sonidos… Porque lo vas a necesitar.

Lo vas a necesitar cuando alguien te diga que las cosas son como son y no se pueden cambiar… Lo vas a necesitar cuando tú mismo te intentes convencer de que no merece la pena… Lo vas a necesitar cuando creas que estás agotada, cuando te sientas ridículo, cuando digan barbaridades acerca de tus esfuerzos, cuando te des cuenta de que, intentando disminuir el sufrimiento, has provocado dolor…

Ese sufrimiento que estaba al principio de todo es el reverso de la vida, del gozo, del bienestar, de la felicidad, que son posibles, que son necesarias, que podemos lograr…

Eso también lo necesitas. Sentirte amada, disfrutar, no ser demasiado tenso o intenso, no llevar demasiado peso en la mochila… ¿Cómo vas a desencadenar felicidad si no sabes lo que es? ¿Cómo vas a provocar bienestar si estás amargado? ¿Cómo va a rebosar de ti lo que no contienes?

Pero me estoy enrollando. Lo que te quería decir es que ante la inmensa cantidad de sufrimiento injusto y evitable que nos rodea (y sabiendo y sintiendo que la felicidad, el bienestar, el gozo y el amor existen y pueden triunfar) no podemos dedicarnos, tan sólo, a paliar y reparar. Hay que construir y consolidar, hay que crear las condiciones para que no se repita el dolor, para que sea menos probable el sufrimiento evitable e injusto.

Y eso es la política. Que necesita estructuras, procesos, conocimiento y acción. Que necesita unión de opuestos. Estar junto a la cama de la enferma y en la elaboración de presupuestos, en la vida comunitaria y en la movilización de denuncia, en la mano amiga y en el estudio comprometido.

Te hablo de lo que intento, de mi intento permanente (no sé en qué medida logrado) de estar en lo micro y en lo macro, en el barrio y en el partido, en las redes familiares y comunitarias y en las instituciones públicas, en la acción directa y en el pensamiento.

¿Qué te parece?.  Fernando Fantova

Muchos  ya conoceréis a Fernando Fantova.  Le habréis podido conocer en Bilbao, en sus tiempos en el movimiento de objeción de conciencia o como vecino del barrio de San Francisco, como cooperante cuando estuvo en Quito (allí empezaron a hablar y a correr sus dos hijas), de su época como miembro de Fe y Justicia, de militante de Euskadiko Ezkerra, o en su compromiso con las personas con discapacidad intelectual… Quizás habéis leído alguno de sus muchos artículos, o de sus libros y publicaciones, muchos versados sobre Servicios Sociales, la inclusión social y las redes comunitarias: siempre invirtiendo en bienes relacionales y solidarios. No pocos habrán coincidido con él en su calidad de experto en Servicios Sociales, como consultor, como viceconsejero de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco o como director de la Fundación Etorbizi (fundación vasca para la innovación sociosanitaria), entre otros muchos campos y desempeños de su vida social. A mí me queda subrayar dos cosas: cuanto de él he aprendido en su testimonio, fidelidad y opción por los pobres cuyos rostros, como ya reflejan sus palabras, dan sentido y coherencia a toda su vida, y tener el privilegio de contarme entre sus amigos.

Oscar Seco.

Fernando Fantova

Grábate a fuego esos rostros, esos nombres, esos sonidos… Porque lo vas a necesitar.