Manolo Pérez Álvarez, hermano de José Luis
El día 11 de abril hace un año de su fallecimiento. ¡Dios mío, cómo pasa el tiempo! Días antes, el día 6, habría cumplido 84 años... ¡Cuántos recuerdos en este primer aniversario!
Aquel niño de apenas 11 años, que se marchó, con gran entusiasmo por su parte, al Seminario salesiano, se mantuvo siempre unido a nuestra familia. Padres y hermanos tuvimos en él, a medida en que progresaba su formación, un referente moral, porque notábamos que se consolidaba su fe y su vocación. Unos años después, aquel jovencito sentía que su vida religiosa le pedía estar al lado de la gente, de sus problemas, de sus inquietudes. “Sé a quién me he entregado, mi vida es Cristo”, fue el lema de su primera misa en Turín el 11 de febrero de 1962, y la primera eucaristía que celebró en María Auxiliadora de Salamanca en junio de ese año. “Sentí la emoción y la lágrimas de mis padres y hermanos”, escribiría más adelante.
Cuando terminó sus estudios de teología en Italia, se integró en el Teologado salesiano de Salamanca como profesor. Su tarea fue eficaz y los superiores estaban satisfechos con él. Pero algo bullía en su interior, y un casual encuentro con un grupo de jóvenes en la calle le vino a dar la razón y le marcó un nuevo sentido a su modo de hacer pastoral. Tenía por delante, lo intuía, una nueva vida: completar su fe con obras.
De esta inquietud espiritual nació Adsis (“estar presente”), una nueva forma de entender el evangelio en todas sus dimensiones, con transferencias de amor a sus semejantes. Adsis fue la venturosa tarea que María le inspiró en aquel hermoso paraje de Alava, en la ermita de la Virgen de Eskolunbe. Han pasado más de 50 años y Adsis, de la mano de José Luis y de sus hermanos, sigue venturosamente adelante, haciendo transferencias de amor a los jóvenes y a los más pobres: su modo de vivir el evangelio.
Recuerdo especialmente algunos acontecimientos importantes en la vida de José Luis: Una operación quirúrgica que tuvo en Basurto (Bilbao), por un problema de coronarias que luego le privó de sus viajes a América. La aprobación por la Santa Sede de los Estatutos del Movimiento Adsis. La visita en 2001 de José Luis a Su Santidad el Papa Juan Pablo II en el Vaticano… Y recuerdo cuando José Luis decía, en sus últimos días de enfermedad: “No os preocupéis, yo estoy bien y cada día más cerca del Señor”.
Querido José Luis, tu vida, tu ejemplo, tu austeridad, ese ser “uno más” al lado de tus hermanos… te ha llevado a Cristo. Si “al atardecer de la vida, nos examinarán del amor”, ahí tienes un título más, el último, el mejor: la vida eterna. Déjame que te despida con aquellos versos de Horacio: “Buenas noches, mi príncipe, que bandadas de ángeles arrullen tu reposo. Gracias por el amor y el ejemplo que nos has dado.