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Somos un grupo de nueve personas que nos reunimos una vez cada 15 días. Este grupo está compuesto por 6 adolescentes y 3 animadores. Cuando el grupo comenzó era un grupo abierto, venia quien quería y cuando quería. A medida que pasaba el tiempo, el grupo se conformó con los que veníamos regularmente asi poder crecer como grupo, y poder profundizar más en la confianza que teníamos en nosotros mismos y con respecto a los de más.

¿Por qué nos reunimos? ¿Qué nos motiva a juntarnos? Esta es la única instancia en nuestra vida cotidiana que no se vuelve rutina; es decir, es rutina juntarnos, pero no hacemos siempre lo mismo.¿Que hacemos? Hacemos actividades en donde trabajamos sobre la confianza en el grupo, sobre como poder vivir, aceptar y dejar pasar los días que tuvimos, sean buenos o malos. Nos expresamos a través de las pinturas y escrituras en nuestro diario personal.

Éste es un cuaderno donde registramos al final de cada encuentro lo que hicimos, cómo nos sentimos haciendo las actividades y lo que es muy personal como para compartir con otros.

Dentro de nuestras actividades, salimos a nuevos lugares a experimentar mediante convivencias que pueden durar desde uno hasta cinco días. Las convivencias más memorables que tuvimos en el grupo son:

Monasterio (benedictino) La Pascua al cual fuimos dos veces. Aquí fuimos recibidos por Jorge, un monje benedictino. Ambas convivencias fueron a principio de año como un comienzo tradicional donde hacemos una desconexión tecnológica; esta nos ayuda a estar más conectados con la naturaleza, algo que habitualmente no tenemos.

En febrero del 2015 fuimos cinco días a Buenos Aires, en donde conocimos a otro grupo parecido al nuestro, paseamos y visitamos la Comunidad de Ituzaingo. Por ser la experiencia más extensa, en otro país, fue también de las más intensas que hicimos como grupo. 

Campamento en las sierras de Aguas Blancas. Esta convivencia fue el primer y único campamento que hicimos; fue esencial para conocernos, para respetarnos y para apreciarnos más.

Algo personal: Todo empezó una tarde de ping pong... Un amigo me preguntó si quería jugar al ping pong y acepté. Era un grupo y me gusto. El amigo que me había invitado se fue pero yo seguí, porque salían, me entretenía y charlaban de cosas interesantes” Dice Gonza, el único varón del grupo.

Anabella no recuerda cuando empezó ni cómo, pero si porqué lo sigue haciendo  “me gusta pasar tiempo con todos y me divierte, es lindo venir y saber que tienes a todos que te apoyan, que podés contar con ellos cuando la necesitas”. 

La hermana mayor de Anabella, Georgina si recuerda cómo llegó al grupo,“llegué porque mi  catequista me habló sobre un nuevo grupo de adolescentes en el que hacían juegos y que podía pasarlo  bien con otras personas, pero nunca me decidía por venir. Luego mi hermana se unió y me dijo que fuera, que era un lindo grupo. Así fue… después de tres años es como mi segunda familia.”

“Ellos un día cayeron a mi casa a invitarme al grupo, entonces empecé a venir y me pareció recopado” dice Fiorella, que vive a una cuadra de la comunidad. “Seguí viniendo porque me gusta mucho estar con otros adolescentes, compartir cosas (aunque yo no soy de compartir mucho), y tener nuestro espacio para escribir cosas”.

Una de las “fundadoras” recuerda: “comencé a los doce años cuando iba a un grupo de niños donde todos los sábados hacíamos juegos y merendábamos. Un día con una amiga descubrimos que los más grande iban para otro lado, pero para ir tenías que ser mayor de trece años y entonces  mentimos… Me acuerdo que la primera vez las charlas eran sobre sexualidad y me gustó porque no era tanto juegos sino que charlábamos…” Recuerda Mika.

 

Y así vamos entretegiendo el telar de nuestras historias, cada uno con la lana de su color.

Seccion: Uruguay