Testimonio desde Chile.
Alvaro Chordi. Hermano adsis, sacerdote, familia en Valdelagua.
Llevo cinco años en Santiago de Chile, y uno como párroco de San Saturnino. Desde entonces ando aprendiendo ser pastor de una comunidad pequeña, viva, significativa y pobre, con mayoría migrantes, especialmente haitianos y venezolanos. En el barrio Yungay, una población pobre pero muy activa, en el centro de Santiago.
Agradezco la oportunidad que hoy se me brinda para compartir con ustedes mi experiencia en tiempos de pandemia, en forma de algunosaprendizajes:
1.- He tenido que dejar ir las seguridades conquistadas para descubrir mi propia verdad, aceptar mis límites y dejar curar mis heridas, permitiendo que el Espíritu entre en esas zonas que antes no era acogido y quedaban muertas, y que ahora están siendo evangelizadas y llenas de vida. Ésta ha sido mi mayor inversión en tiempos de estallido y pandemia, pues estoy aprendiendo a amar como pastor, cultivar amistades sanas y profundas, recrear la fraternidad desde la fragilidad y la minoridad,estar más cerca de la familia a pesar de las distancias y losconfinamientos…
2.- A los parroquianos de san Saturnino y a los voluntarios de la Fundación Fré, asociada a nuestra parroquia, nos importa lo que lespasa a la gente, a nuestros vecinos, a los que sufren más las consecuencias de la sindemia. Y este es mi segundo aprendizaje: hoy sanar heridas es el verdadero culto a Dios. Y esto se manifiesta en las acciones comunitarias que hemos emprendido para:
-dar pan al hambriento (680 cajas de alimentos y útiles de aseo paramigrantes, preferentemente haitianos y adultos mayores del barrio; 2.040 almuerzos calientes para personas en situación de calle y en quince días comidas calientes diarias para familias necesitadas; campaña “Plata pal’ pan”; proyecto de canastas sustentables con huertos ecológicos verticales y ollas brujas);
-vestir al desnudo (campaña de ropa de invierno y de frazadas);
-recibir al forastero (compartir la vida y la fe con los migrantes, trabajando juntos por buscar mejores oportunidades, fortaleciendo servicios –asesoría legal, atención psicológica, box salud primaria,albergue familias desalojadas para después de la cuarentena, programas de capacitación e inserción laboral para año próximo–);
-escuchar al abatido y angustiado (Fonoescucha “Estamos contigo”);
-visitar al enfermo; orar por los difuntos…
3.- Confinados en nuestros hogares y con las iglesias cerradas, el Covid-19 viene a fortalecer el 2020, Año de la Palabra de Dios, pues nos hace ayunar del Pan y no nos deja más opción que aprender a comulgar con la Palabra de Dios.
¡Toda una revolución inimaginable! Era impensable que nuestros feligreses grabaran sus comentarios al Evangelio del día durante más de dos meses…
Tan impensable como estas otras oportunidades pastorales: que losjóvenes preparasen una Vigilia de Pentecostés on line, o que Iván, quien dormía en la puerta de la parroquia, se convirtiera en el responsable de la casa, que abre los baños parroquiales para laspersonas en situación de calle todos los días, mañana y tarde, o que inciáramos con la Hermana Jacqueline grupos de lectio divina o en breve un catecumenado de adultos, o que pudiéramos priorizar la formación de catequistas frente a la catequesis semanal, o que los jóvenes se formasen con la exhortación Christus vivit, o que los adultos mayores resguardados en sus casas se convirtieran en cocineros extraordinarios de los almuerzos calientes para personas en situación de calle, o que pudiéramos ofrecer un albergue para personas en situaciónde calle a la Seremi de Desarrollo Social, o que la Junta de vecinos y la Asamblea autoconvocada nos pidan trabajar en red (¡a la Iglesia católica!) y nos ofrezcan 29 voluntarios para cocinar y entregar comidas en la parroquia e impulsar una cena caliente para los vecinos a partir del 15 de junio…
Mientras estas oportunidades se van llevando a cabo, esperamos de nuevo comer el Pan todos juntos como asamblea de Dios, en nuestra iglesia, en el corazón del barrio Yungay.
4.- Uno se emociona y descubre como el Evangelio de Jesucristo está vivo en el corazón de tantas personas y comunidades. Se trata de volver a ser una Iglesia samaritana.
Ahora es tiempo de salir de nuestros recintos amurallados a la intemperie de la vida cotidiana; es tiempo de arriesgar con nuestra gente; es tiempo de trabajar en red con otros; es tiempo de orar con otras confesiones y religiones; es tiempo de aunar esfuerzos para paliar el sufrimiento de tantos; es tiempo de ejercer la denuncia profética y colocarnos al lado del pobre, parado, desalojado, abatido,enfermo, maltratado, abandonado…
En la Iglesia chilena nos deshumanizamos con los abusos y nos desconectamos con el estallido social; sin embargo, podemos recuperarnos con la pandemia si volvemos al Evangelio de Jesús, a la comunidad doméstica, al sacerdocio común de los bautizados, a lasinodalidad… Si ponemos a Cristo en el centro, si defendemos a losmás vulnerables, si reforzamos los vínculos horizontales, si realmente se nos conmueven las entrañas ante el sufrimiento de nuestros hermanos…
Rezo para que Jesús de la Buena Esperanza, devoción de nuestra parroquia, nos acompañe en este tiempo de pandemia y nos ilumine como Iglesia de Santiago, para “contagiar esperanza” en medio de esta crisis socio-sanitaria.
Un abrazo.
Alvaro Chordi
Fuente original: Parroquia Santa Marta de Tormes