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Sé que ustedes están en la calle cuidando a los necesitados a través de todas sus obras de justicia y caridad.

 
Salir a la calle puede producir un accidente. Quedarse encerrado, enferma. Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse  a las propias seguridades.
 
Ustedes son el motor de la Iglesia que organiza el amor –Cáritas-- para que todos los fieles trabajen juntos, respondiendo con obras concretas de misericordia.
 
Ustedes marcan el paso para que la Iglesia esté cada día en el mundo.
 
Ustedes ayudan a los demás a cambiar el curso de la propia vida. Son la sal, la levadura y la luz. Ofrecen un faro de esperanza a los necesitados.
 
Lamentablemente, hoy se tiende a considerar al ser humano en sí mismo como un bien de consumo que se puede usar y luego tirar.
 
Hemos comenzado a vivir la cultura del descarte, que además se promueve. No solo se vive, sino que se promueve la cultura del descarte.
 
Ya no se trata solamente del fenómeno de la explotación y la expresión, sino de algo nuevo. Con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera, descartado, fuera de cualquier tipo de sistema.
 
Los excluidos no son explotados, sino que son desechados, son desechos, son sobrantes. Nadie debe ser un sobrante, nadie debe ser un excluido del amor de Dios y de nuestra atención.
 

Ustedes son las mismas manos de Jesús en el mundo. Su testimonio ayuda a cambiar el curso de la vida de muchas personas, de muchas familias y de muchas comunidades. Su testimonio les ayuda a cambiar el curso de su propio corazón." Papa Francisco