50 años del Carisma Adsis
Moderador General
“Creemos que por iniciativa del Espíritu de Dios ha nacido en nosotros una urgencia cristiana que nos impulsa a la acción”
(Credo Adsis 1)
Desde el año 2008 la Carta Adsis que envía el Moderador a todo el Movimiento, a quienes de una u otra manera se sienten parte de Adsis, es una reflexión que quiere facilitar el diálogo y la profundización sobre aspectos esenciales del carisma. Como nuevo Moderador General deseo continuar con esta tradición, vinculada a la celebración del Día de Adsis, en torno a la Fiesta de la Anunciación del Señor.
Este es un año especial, porque el 50 aniversario del nacimiento del carisma Adsis centra nuestra atención y nos mueve a un profundo agradecimiento. Junto a ello, la celebración de la IX Asamblea General en julio pasado nos invita a seguir abiertos y expectantes ante la presencia activa de Dios: ¡mirad que hago algo nuevo!......
Estamos llamados a agradecer y recrear el don recibido.
1.- Para seguir dando, gracias…
Los acontecimientos y las personas solamente adquieren relevancia y son adecuadamente apreciadas mediante el agradecimiento, solo ahí tienen, tenemos, oportunidad de ser nosotros mismos. Ser agradecidos significa remontarse al origen de las cosas y acceder a su verdadero centro. Por ello, les invito a mirar de manera agradecida estos 50 años de historia de Adsis, a poner en movimiento la memoria del corazón para apreciar tanto don recibido y admirar un acontecimiento que ha marcado la vida de muchas personas, de todos nosotros.
Todo don del Espíritu viene acompañado por un humus, un terreno apropiado que lo favorece. El Movimiento Adsis nació en el año 1964, en una época caracterizada por el optimismo y la esperanza de cambios para un mundo mejor. La Iglesia también vivía aires de cambio, estaba en pleno Concilio Vaticano II, un gran acontecimiento de esperanza y de impulso renovador. Sin duda, se respiraba un aire nuevo, que traía apertura y una nueva manera de situarse ante la realidad. El carisma Adsis nace en ese contexto de expectativa y deseos de cambio, como iniciativa y regalo de Dios para la Iglesia y para el mundo.
… por la urgencia compasiva
Adsis nace en un contexto de apertura, que busca nuevas formas de hacer presente el evangelio: ante la injusticia en que viven tantas personas, sobre todo jóvenes y pobres; ante el egoísmo de unos y la desesperanza de otros; ante la insensibilidad por los valores del Reino y la imposibilidad de ser Pueblo de Dios mientras haya opresores y oprimidos… (introducción al Credo Adsis, manifiesto fundacional del carisma).En esa experiencia y desde ella actúa en nosotros el Espíritu de Dios, que remueve nuestras entrañas y nos impulsa a la acción, a la fraternidad y a la oración. La urgencia compasiva y misericordiosa, el mismo amor de Dios, moviliza todo nuestro ser al ver tanta necesidad y anhelo de justicia a nuestro alrededor.
Nace bajo el estímulo de María de Nazaret que, ante la necesidad de tantos pequeños y pobres, se hace totalmente disponible para acoger la Palabra de Dios y encarnarla en la historia de Jesús y de su pueblo. Así también, el Espíritu nos impulsa a vivir con toda profundidad el acontecimiento de la encarnación, asumiendo la realidad desde actitudes de disponibilidad, entrega y riesgo; desde la cercanía samaritana, que se aventura en una respuesta comprometida (Cfr. Lc 10, 25-37).
Al recordar los primeros pasos, José Luis Pérez expresa lleno de admiración: “no sé cómo me acerqué a aquellos jóvenes en la plazuela, sentados en la acera junto a un pequeño bar. El hecho es que, a partir de aquel día, nos encontrábamos, nos hicimos amigos, fui conociendo a sus compañeros”.
“Adsis se fue haciendo aventura personal y comunitaria en tantos hombres y mujeres que han sido seducidos en sus entrañas por un inefable proyecto de amor y preñados de una vida nueva, fecunda para tantos. Si pudiéramos poner palabra a tanta historia enamorada, llena de debilidad creyente y de humilde fortaleza, descubriríamos una página más de un evangelio de misericordia que sigue irrumpiendo en la aridez de la coyuntura humana como un manantial de aguas vivas” (J.L. Pérez).
La fuerza que impulsó a los primeros jóvenes Adsis, y que sigue moviendo a muchas personas actualmente, es la llamada a hacer presente en el mundo de hoy la cercanía de Dios a los jóvenes y a los pobres. En esa cercanía y encuentro hemos ido aprendiendo a vivir el evangelio. Los jóvenes y los pobres nos han acercado más a Dios y han fecundado nuestras entrañas con el gozo de su presencia y el aliento de una misma esperanza.
... por la fraternidad
Reconocemos que Dios Padre nos ha vinculado en comunidades de hermanos y hermanas, en diversos compromisos, ministerios, estados de vida y profesiones, para participar de un mismo proyecto de comunión y servicio, compartiendo casa y vida, bienes y necesidades, entre nosotros y con otros.
Vivimos la comunidad como un verdadero milagro, que abre nuevas formas de relación, que significa algo más grande de lo que en realidad somos, que refleja el don del Reino; algo para contar, cantar y agradecer. Hemos sido llamados a manifestar que el Reino está aquí, que es posible vivir unas relaciones nuevas, amarnos entrañablemente y al mismo tiempo servir hasta la entrega de la vida.
Se trata de un verdadero descubrimiento, un imposible hecho realidad: en Jesucristo podemos amarnos y sernos fieles unos a otros, podemos compartir íntima y profundamente la vida. Podemos confesarnos nuestras debilidades, podemos perdonarnos siempre. Desde Dios es posible construir hogar y familia. La comunidad es el hogar donde vivimos la experiencia del amor, donde cada hermano encuentra el calor en el que crecer y ser potenciado; donde uno se siente querido y tiene la posibilidad de poner todo el corazón en los demás.
Los pobres y los jóvenes nos han ido enseñando que lo verdaderamente significativo y eficaz es la fraternidad, porque es lo que más aprecian y lo mejor que podemos ofrecer; porque es una propuesta que Dios hace a todos, sin exclusión de nadie. Es la eficacia y significatividad del amor, que no es aparatoso, que permanece en todo lo que somos y hacemos.
Nos sentimos invitados por Dios mismo a valorar el fruto más hermoso que él hace posible: la entrega de la vida de tantos hermanos y hermanas. Cada uno de nosotros lleva en el corazón rostros y nombres concretos que nos han acompañado en el camino de la fidelidad al evangelio y al amor primero.
Somos llamados a valorar especialmente este aspecto original de nuestra carisma: la fraternidad presente “para” y ”con” los jóvenes y pobres….
… por la revolución interior
El carisma Adsis nos lleva a un encuentro con Dios que parte de la historia y conduce a la fraternidad: El sufrimiento de tanta miseria y la experiencia de nuestra incapacidad para acabar con ella nos abren a Dios y nos vinculan en comunidad de hermanos (Credo 1). Uno de los regalos-descubrimientos de la experiencia Adsis es la transformación interior que produce Dios en nosotros, al escuchar el clamor de muchos jóvenes y pobres que son su voz.
Muchas veces tenemos la sensación de vivir fuera de nosotros mismos, y por lo tanto fuera de nuestro origen (Dios), lejos de los demás; experimentamos la sequía, el vacío. El acceso al corazón, esa piedra angular que sostiene nuestra persona, es un don del Espíritu. Dios es el que nos abre el camino desde las zonas desérticas de nosotros mismos hacia las fértiles. Ese Espíritu que es Dios mismo en nosotros, haciéndonos participar de lo que El es: capacidad infinita de donación. Por la oración somos conducidos hacia el centro del corazón, para producir en nosotros una auténtica revolución interior. En la oración el Espíritu hace posible la apertura y la capacidad de donación.
Así, el Espíritu nos capacita para entregar la propia vida, es decir, nos capacita para la abnegación, para el vaciamiento sin fin, porque así es Dios, el que se despoja para ser uno de tantos. El Espíritu nos revela el secreto del corazón de Dios: la pasión por los pobres y sencillos, su atracción por el dolor humano, su volcarse en aquello que está despojado en nosotros; nos ayuda a percibir la presencia de Dios en los despojos humanos.
El signo de la auténtica oración es la apertura a los pobres y a los jóvenes, a los hermanos. Los hombres y mujeres de oración son los más receptivos a los demás, porque llenos del Espíritu viven descentrados de sí mismos, porque su corazón no es una fortaleza a defender, sino un cáliz abierto, dispuesto a verter lo que ha sido derramado en él.
De esta manera, la acción del Espíritu en nuestros corazones, nos abre a una presencia y cercanía nueva entre los jóvenes y los pobres, convierte su rostro en una llamada irresistible a la donación y a la entrega amorosa. La transformación, o revolución, que opera el Espíritu en nosotros nos hace especialmente sensibles y receptivos al dolor y vacío de los demás.
El agradecimiento por tanto don recibido nos lleva a seguir abiertos a la iniciativa y protagonismo del Espíritu, y a estar atentos a la realidad actual para servir a la presencia de Dios.
El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14) (Evangelii Gaudium, 9)
2.- Impulsando lo nuevo que Dios hace
Uno de los problemas que tenemos es que miramos el futuro con los ojos del pasado. Miramos el futuro sin grandes esperanzas. Hemos de liberarnos del pasado y saber que el futuro depende de que nos pongamos en una situación creativa. La Iglesia necesita que nos dirijamos hacia la profundidad, la creatividad y la vida en el Espíritu. Sin creatividad no vamos a ser capaces de acompañar a nadie en la búsqueda de nuevas respuestas a nuevas preguntas. Hay que acompañar en esa búsqueda de la sabiduría y de la profundidad. La profundidad es algo nuevo que tenemos que descubrir. (Adolfo Nicolás, 2013)
- En la contemplación encarnada
Necesitamos contemplar con esperanza la realidad, “preñada de Dios”. Desde ahí dar pasos cualitativos en nuestro modo de estar presentes, más agradecido, más abierto a las múltiples iniciativas del Espíritu, menos atados a lo establecido, más libres y disponibles. Saliendo al encuentro de tantos jóvenes y pobres que son grito y presencia viva de Dios.
- En el grito que nos desinstala
Hoy estamos en un mundo donde el crecimiento de los pobres y de las víctimas ha sido exponencial. “Erais más pobres hace 40 años que ahora, y en la medida que uno, además de tener presencia, se instala, tiene más dificultad para escuchar el grito de las víctimas, porque el grito de las víctimas y de los sufrientes siempre desinstala” (J. Vitoria, en Comunión Adsis 54, p.53). No vivir del cálculo y la búsqueda de seguridad, sino de la confianza y el desprendimiento.
- En el testimonio de vida bienaventurada
Es clave en este tiempo el encuentro profundo y gozoso con Dios para que seamos hombres y mujeres que vivimos agradecidos y felices. Que seamos transmisores de vida bienaventurada, anunciadores de Jesús vivir, como propuesta de vida nueva. Pasar de los grandes planteamientos al testimonio sencillo y apasionado de nuestra experiencia de Jesús y su Reino. El mundo necesita comunidades alegres, que saben practicar la ternura, el cuidado, la alegría.
- En la debilidad
Hay un crecimiento que no controlamos, más misterioso y relacionado con la pobreza e incapacidad, que nos hace más confiados y creyentes. Dar valor a las cosas pequeñas en el marco de los grandes horizontes, los del Reino de Dios. (Entrevista a Francisco, Papa, en La Civiltà Cattolica).
- En la sed de encuentro con Jesús
Lo nuevo está dentro de nosotros… El Espíritu de Jesús es aliento de vida y fuerza interior en nosotros, impulso de su acción, generador de deseos profundos de encuentro con Él.
- En una comunicación cada vez mayor
Somos para otros, somos para la presencia…, para servir al Reino y señalar su misterioso crecimiento. No podemos dejar de compartir los signos del Reino, indicar su presencia en la realidad, mostrar sus paradojas; la Buena Noticia es una urgencia de vida nueva a transmitir y comunicar. La acción del Espíritu produce un cambio sustancial: el paso de una cultura de los objetos y de las cosas a una cultura del corazón y de las personas, de las relaciones y de la comunicación. Todo esto se traduce en una vida que privilegia el encuentro con las personas y el compartir profundo, sobre el hacer cosas y estar ocupados.
- En la integración de la diversidad
En un mundo cada vez más intercultural, plural y diverso, ser estamos llamados a trabajar por la unidad y al mismo tiempo promover la alteridad y la diversidad, la riqueza de los diferentes dones. “La Iglesia está llamada a salir de sí e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales. Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, deviene autorreferencial y entonces se enferma” (Papa Francisco)
3. Un tiempo de júbilo y alabanza, de acción de gracias y anuncio de algo nuevo
Es tiempo de ser testigos y descubridores de lo nuevo, de significarlo y de anunciarlo, es tiempo de comunicación, de cuidar la comunicación de lo más valioso…, de alegría profunda y desbordante.
No hemos recibido un don para conservarlo, sino para ofrecerlo gratis, para servirlo, para recrearlo. No es hora de replegarnos, sino de dedicarnos a lo fundamental siendo audaces, arriesgados, confiados. Es hora de salir a los caminos, de buscar el encuentro con la gente, de anunciar el Reino…. Es hora del Espíritu, de vivir de su fuerza e impulso.
Que vivamos un año de profundo agradecimiento y renovación.
Un saludo fraterno y agradecido
Fermín Marrodán
Moderador General
Para reflexionar y compartir
1.- Haz memoria agradecida de lo que significa el carisma Adsis para ti. Agradece las experiencias, las personas que han sido significativas para ti.
2.- ¿En qué sentido Adsis es un don para la Iglesia y para el mundo de hoy?
3.- ¿Qué hemos de potenciar más para recrear el carisma?
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