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Entonces Jesús, dirigiéndose a la gente y a sus discípulos, les dijo:

-En la cátedra de Moisés se han sentado los maestros de la ley y los fariseos. Obedecedles y haced lo que os digan, pero no imitéis su ejemplo, porque no hacen lo que dicen. Atan cargas pesadas e insoportables, y las ponen a las espaldas de los hombres; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas. Todo lo hacen para que los vea la gente: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; les gusta el primer puesto en los convites y los primeros asientos en las sinagogas; que los saluden por la calle y los llamen maestro. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Ni llaméis a nadie padre vuestro en la tierra; porque uno sólo es vuestro Padre: el del cielo. Ni os dejéis llamar preceptores, porque uno sólo es vuestro preceptor: el Mesías. El mayor de vosotros será el que sirva a los demás. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Los jóvenes necesitan conocer progresivamente la vida de la comunidad que los acoge.

Comentario: 

Jesús conoce bien el corazón humano y da unas cuantas consignas sobre cuales deberían ser las nobles aspiraciones de quien quiera ser seguidor o discípulo suyo. Lo hace en contraposición con la conducta de los escribas y fariseos que buscan destacar y que obligan a hacer lo que ellos evitan.

Me resuena como los credos y renuncias que proclamamos en celebraciones solemnes. Renuncio a decir y no hacer, a cargar a los demás con lo que no estoy dispuesto a asumir, a buscar los primeros lugares, a ser enaltecido. Creo en que estamos llamados a ser hermanos, en que no hay más que un Dios que es padre, en que sólo Cristo es Maestro, en que ser el mayor es ser el siervo....

La teoría me parece clara, pero llevarlo a la vida me resulta dificilísimo. A menudo me descubro viviendo en la lógica de las comparaciones, de la búsqueda de posiciones, de la hipersensibilidad al menosprecio y de la búsqueda de reconocimiento. Es muy fina la línea que separa lo que puede ser es un deseo noble y el interés personal, la búsqueda de la voluntad de Dios y la búsqueda de mí mismo. Reconozco que moverme en esta lógica me oscurece el corazón y me distancia de los demás y de los hermanos. Pido a Dios un corazón de carne. Necesito purificar mi corazón al calor del amor de Dios, para aceptar las incoherencias personales, del prójimo y las colectivas, para superar deseos egoístas y poder vivir de verdad que solo con Dios basta