Hablo en nombre de todos los que estuvimos, cuando digo que esta experiencia fue la causante de que nuestras vidas y nuestra forma de pensar diera un giro de 180º. Llegamos a Logroño y no sabíamos ni donde nos instalábamos. Una vez allí, lo primero que hicimos fue ir a cenar al comedor social, donde estábamos algo nerviosos porque no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar allí. Para nuestra grata sorpresa, fuimos bien recibidos y junto con los usuarios del comedor, intercambiamos opiniones historias y un sinfín de chistes, bromas y demás. Enseguida nos integraron y nos sentíamos como uno más de aquella gran familia donde todos compartíamos todo y nadie era más que nadie. La semana se nos pasó volando. Íbamos a “Chavicar”, un centro ocupacional donde se trataban temas de chapa, vidrio, cartón, juguetes y ropa. Entre risas y duro trabajo, nos dimos cuenta de lo difícil que es llegar a no tener nada en esta vida y que “Chavicar” sea tu única alternativa de poder formarte o ejercer de algo. Allí descubrimos las tristes historias de muchos de los usuarios y nos sentimos identificados con ellos, conectamos muy bien con cada uno de ellos. Otra de nuestras actividades fue el taller ocupacional, que consistía en montar unos tornillos; en este lugar la gente estaba menos formada, pero de igual modo fuimos bien recibidos. De la misma forma que conectamos con los usuarios de los centros, también lo hicimos interiormente conociéndonos a nosotros mismos y conectando con nuestro interior al igual que con nuestros compañeros. De esta experiencia, solo puedo decir que mil gracias a todos que hacéis posible que experiencias como estas se lleven a cabo. Gracias de verdad. Este ha sido, sin duda, “Mi viaje más increíble”. Patri López Otero
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