Sor Lucía llama “a la insurrección evangélica, si alguien quiere cerrar las iglesias, abiertas a los más pobres”
"Mis abuelos no eran creyentes y no me enseñaron a rezar, pero sí a amar", dijo el Padre Ángel, en la homilía compartida de la eucaristía. Y les dio las gracias a las abuelas y abuelos precisamente por eso: "Por enseñarnos a amar y a querer".
El párroco de Santa Ana, Peio Sánchez, leyó un trozo de la pastoral del cardenal Omella, dedicada a los abuelos como "transmisores de la fe" y disculpó su ausencia, por encontrarse en Francia con los sacerdotes jóvenes de la archidiócesis.
El Padre Peio, que convirtió Santa Ana en una "iglesia-hospital de campaña", recordó que ésa era la función de los templos desde hace siglos: Servir de refugio sagrado. "Hoy, Santa Ana se ha vuelto a convertir en refugio para los más vulnerables".
También recordó el párroco, en el día de San Joaquín y Santa Ana, que "los más importantes de la familia son los que están al principio y al final: los niños y los abuelos. Los niños son la esperanza del futuro y los abuelos, la memoria del pasado y los que nos enseñan el camino de la fe y de la solidaridad".
Y es que, como dijo en la homilía compartida, el Pare Manel, símbolo de solidaridad con los más pobres en Barcelona, "no todos somos del Barça o del Español, pero todos somos del Evangelio de la justicia y de la vida".
También intervino en la homilía un diácono casado, abuelo de cinco nietos. "No quiero darles envidia a los sacerdotes, pero uno de los momentos más felices de mi vida fue el bautizo de mis nietos. Porque la abuelidad es el honor y el título más importante de la sociedad de hoy".
En la acción de gracias de la eucaristía, Sor Lucía Caram reivindicó las iglesias como "casa de los abuelos, con la puerta, la cocina y el corazón siempre abiertos". Iglesias como "ésta de Santa Ana que, en el corazón de Barcelona, es una casa de corazón abierto y que no cierra nunca las puertas a los más pobres".
La dominica pidió, además, que "todos seamos casas de misericordia y compasión" y llamó "a la insurrección evangélica, si alguien quiere cerrar las iglesias, abiertas a los más pobres".
El Papa Francisco también se hizo presente en la celebración con una carta, enviada a través de Nunciatura a Mensajeros de la Paz, en la que invita a los abuelos, "tesoro de la sociedad", a que "sean maestros de vida y de fe".
Antes de la misa, en la capilla de los santos, el Padre Ángel bendijo una estatua de la Madre Teresa de Calcuta, obra del escultor Paco Tito, de la ciudad de Úbeda. Tras tres meses intensos de trabajo, pudo esculpir en barro de una sola pieza la hermosa estatua de la santa de los pobres. Una estatua hecha con sus manos y con la ayuda de Dios, porque el escultor reza así, antes de meter la escultura al horno: "Que el Señor te quite lo que te sobre y te ponga lo que te falte".
La estatua de la Madre Teresa luce, en la capilla de los santos, junto a la de Monseñor Romero, también del artista de Úbeda y contribuye, con un símbolo más, a convertir la parroquia de Santa Ana en el templo de los sin hogar. De hecho, una de sus capillas se transformó en comedor y la sacristía no huele ya a incienso ni a velas, sino a café, a leche y a desayunos, que allí se preparan para los sin techo que acuden a diario.
Tras la ceremonia religiosa, la comida de más de 200 abuelos en el precioso claustro del siglo XVI de la iglesia de Santa Ana, que primero fue convento. En los postres, intervinieron el Padre Ángel, el Padre Peio y el prestigioso periodista, Luis del Olmo, presidente de honor de Mensajeros de la Paz, y se realizó la entrega de los diplomas a los "Abuelos de oro".
Fuente original: Religión digital