Cristóbal Romero Bordón nació en Agüimes el 1 de febrero de 1958. Hermano de Ana e Higinio. Comenzó su proceso vocacional desde adolescente, cuando era alumno becado de los Salesianos. Estos construyeron un colegio en unos terrenos que recibieron con la condición de becar a alumnos que lo necesitaran. Esta experiencia marcó su trayectoria vital.
En ese contexto entró a participar en un grupo animado por un hermano Adsis y se vinculó al Movimiento aproximadamente en el año 1977, cuando las comunidades acuerdan ir a los barrios períféricos de la ciudad. Se casó con Teresa Sánchez el 6 de febrero de 1983 y fueron padres de Iballa y Marta. Su vida es un testimonio de presencia, implicación en la vida comunitaria, así como en ámbitos socio- culturales, sindicales, políticos y eclesiales. Su corazón desbordante de pasión amorosa y Esperanza inquebrantable, se alimentó de la contemplación de Cristo paciente que vive en los más pobres. Agradecemos su entrega fiel como signo e imagen de Cristo Resucitado viviente en el ser humano comprometido. En la vida de este hermano entrañable se entiende el Credo Adsis. Descansó en Paz el 3 de marzo de 2025
En memoria de Cristóbal Romero Bordón. Una visión religiosa de la vida y la política. El teólogo Cristóbal Romero Bordón acaba de fallecer en La Palma. Trabajó en distintos programas en la consejería regional de Educación.
POR DANIEL BARRETO
Las Palmas de Gran Canaria. LA PROVINCIA | Diario de las Palmas
Dicen que el signo de nuestra época es el desaliento. Vale eso sin duda para muchos o incluso para la mayoría, pero no para Cristóbal Romero Bordón. Su pasión religiosa y política era desbordante e infatigable. Lo sentías cuando te estrechaba la mano y te miraba a los ojos, cuando inclinaba la cabeza para escucharte con suma atención. Sabía perfectamente la trascendencia humana que conlleva dar la mano, mirar de frente y acoger la palabra del otro. ¿De dónde venía aquella energía? ¿Qué la mantenía brotando?
Una parte es el don único que trae consigo cada ser humano. Cristóbal era Cristóbal. Pero también es cierto que aquel torrente vital que lo arrastraba hacia el mundo había sido cultivado y moldeado por una socialización eclesial muy concreta.
Nacido en 1958, Cristóbal estudió de niño en los Salesianos y allí se inició pronto en las comunidades Adsis, dedicado a la promoción de los jóvenes descartados por la frialdad burguesa y las desigualdades económicas. La influencia de Adsis marcó toda su trayectoria vital.
Primero estudió Teología en el Centro Teológico de Las Palmas, fue profesor de religión en el IES La Isleta y más tarde profesor de Filosofía en el IES Carrizal y el IES Tony Gallardo. Asumió responsabilidades en Adsis, como Responsable de voluntariado en Canarias. Durante más de 10 años ha sido apreciado profesor de Ética e Historia de la Filosofía Antigua en el Instituto Superior de Teología (ISTIC).
Ya fuera como activista, profesor, animador de grupos y voluntarios, la fidelidad al credo de Adsis fue su brújula: el trabajo por la construcción concreta del Reino allí donde la sociedad desplaza a quienes considera insignificantes.
Por eso, como me recuerda Carlos Jarque, Cristóbal había cultivado una aguda sensibilidad para apreciar los pasos aparentemente más pequeños: una primera reunión de grupo donde apenas viene gente; un joven tímido que se atreve a tomar la palabra en público para exponer su protesta en nombre de su colectivo, la convocatoria de una asociación que dinamizará la vida del barrio de San Nicolás de Bari o dará clases por la tarde a los niños del barrio de El Polvorín. Sabía que las más humildes dinámicas de asociación y democracia de base podían contener el anticipo de una sociedad diferente y, sobre todo, de la autonomía y la solidaridad que vuelven plenas la vida de cada individuo.
Cristóbal estaba convencido de que sin la intervención social por la justicia el cristianismo y la opción por los últimos no sería del todo fiel a sí mismo. Lo había aprendido en las clases de Teología con Segundo Díaz, Juan Barreto, Felipe Bermúdez y José Domínguez. Lo había vivido en la práctica cotidiana de solidaridad de las comunidades Adsis y también fuera de la Iglesia, en el fragor de la actividad sindical y política desde finales de los años 70.
Pues Cristóbal también llevó su compromiso a la militancia sindical y a la política partidaria. Primero en el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias (STEC), donde dejó huella y compartió luchas con su íntimo amigo Tony Agudo; igualmente en los partidos Asamblea Canaria en los años 80 y después en ICAN, donde defendió siempre la cultura y la identidad de Canarias.
La presencia política lo condujo en los 90 a la Dirección General de Ordenación y Promoción Educativa, donde coordinó el programa de Solidaridad y creó, junto a su amigo del alma José Miguel Barreto Romano, la Red Canaria de Escuelas Solidarias, un hito en la historia de la educación en las Islas, que ya se estudia fuera de España, como pude comprobar en Alemania en septiembre de 2024.
Esta forma de vida, que inició innumerables proyectos de cooperación, educación para la solidaridad y la paz, desarrollo comunitario y apoyo político internacionalista, no se correspondía con ninguna forma de abnegación, ascetismo o renuncia.
Al contrario, la militancia cristiana de Cristóbal era indiscernible de la alegría y la celebración de la vida en todas sus formas: la mesa compartida, los viajes por todo el mundo, las carreras por la costa con su amigo Eduardo Rúa, la risa fraterna con los hermanos de comunidad y ante todo la devoción por Teresa, su mujer, sus hijas, Iballa y Marta, y en los últimos años sus nietos, Carla y Diego, que espero hereden la sabiduría vital de su abuelo.
Durante este curso, Cristóbal impartía en el ISTIC la formación titulada Ética del voluntariado, donde tuvo ocasión de enlazar su experiencia con la lectura de la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco.
Pero ni siquiera entonces se quedó en la teoría. Esa división académica le era ajena. La reflexión no es verdadera si no transforma el mundo.
Hace solo unos meses había viajado a Togo para iniciar un proyecto de cooperación. Y al tiempo me consta que había reiniciado las investigaciones para su tesis doctoral, dedicada a la historia de Adsis en Canarias, y sobre la que publicó un valioso artículo en la revista Almogaren.
Cristóbal falleció repentinamente en La Palma el 3 de marzo. No es posible separar su muerte del sentido que dio a su vida: «Ya no les llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos», leemos en el Evangelio de Juan.
En esa nueva forma de amistad vive una promesa. Nos toca a nosotros ahora guardar en ella la memoria de nuestro querido Cristóbal.