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En el marco del 50 aniversario del Credo Adsis y la aproximación al 60 aniversario desde su inicio en la ermita de Eskolunbe, Carlos Jarque, Moderador General Adsis, revela la profunda transformación que experimenta el movimiento Adsis, inmersos en el proceso de discernimiento y diálogo colectivo que ha llevado a las comunidades Adsis a abrazar nuevas formas de vivir su carisma original.

En un mundo en constante evolución, Adsis se enfrenta a desafíos contemporáneos y responde con iniciativas diversas, siempre en sintonía con su visión de una Iglesia evangélica, inclusiva y materna. La entrevista refleja un viaje de renovación, adaptación y fidelidad al llamado de Dios en un contexto cambiante.

En 60 años muchas cosas han cambiado en el mundo y en la Iglesia. ¿Qué permanece en el movimiento Adsis?

Como muy bien dice la canción de Mercedes Sosa: “Cambia, todo cambia, Y lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana. Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño. Pero no cambia mi amor, ni el recuerdo, ni el dolor de mi tierra y de mi gente.”

Tal vez no sea casualidad que este año 2023 celebramos el 50 aniversario del Credo Adsis, donde se recogen las vivencias fundamentales de nuestro carisma, y el próximo 2024 el 60 aniversario del inicio de Adsis en la ermita de Eskolunbe.

La profunda transformación en la que se encuentra la humanidad nos invita a vivir en fidelidad al carisma original y al ritmo de la evolución histórica. Sin miedos, con confianza, sin aferrarnos a las formas, sin dejar que se cuele la rigidez, la tibieza, el cansancio o el repliegue.

Permanece lo que seguimos amando, lo que seguimos esperando, lo que seguimos creyendo. En Adsis permanece la certeza del corazón de que Dios ama el mundo y su historia y en Jesús nos invita a vivir en comunidad con jóvenes y pobres, como pueblo caminante que junto a otros y otras va haciendo presente el sueño de una fraternidad universal. Con los años vamos siendo más conscientes de que permanece lo que se nos da.

Permanece lo que contemplamos, cuidamos, agradecemos y ofrecemos a los demás con gratuidad. Y permanecemos en cuanto seguimos abiertos y a la escucha del Espiritu en nuestra vida y en la de los demás.

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En este tiempo, especialmente desde la última X Asamblea General, se está viviendo en Adsis un proceso de discernimiento y trabajo profundo a nivel individual y a nivel comunitario en el camino a nuevas formas de vivir la comunidad. ¿Que valoración haces de este tiempo?

Nos toca transitar un tiempo que es una gran oportunidad para actualizar y resignificar qué quiere Dios de Adsis, en la Iglesia y para el mundo. Nos encontramos con un movimiento más adulto, más flexible, también más envejecido, pero con más sabiduría vivida y experimentada.

La apuesta que en la X Asamblea General hicimos de recorrer un proceso de escucha colectiva y de diálogo generativo sobre cuestiones que configuran nuestra manera de vivir la comunidad va dando sus frutos, y requiere apertura y seguir dejando que el Espíritu sea el protagonista. Nos toca mucha escucha, honda, honesta, confiada e integradora. Y a la vez, ir haciendo apuestas, ensayando y tomando decisiones que nos impulsen en la dirección de las tres estrellas que emergieron en la Asamblea: desde la Fuente, los cuidados y el caminar con otros.

Estamos aprendiendo que escuchar colectivamente nos lleva a procesos más lentos y participativos. Requiere cultivar y ejercitarse en la escucha y diálogo generativo, en la comunicación no-violenta, en la sensibilidad de discernir, tanto el bien escondido que ya crece entre nosotros y en medio de la historia, como de lo que irrumpe como desafío, a veces incómodo, desconcertante y provocador. Es oportunidad de escuchar esas voces que nos recuerdan llamadas vocacionales y carismáticas que se han quedado “dormidas” o “poco ahondadas y actualizadas”.

En estos años estamos dejando que emerjan en libertad nuestros deseos profundos de renovación, reconfiguración y ajuste a la necesidades y reclamos actuales. Y lo estamos haciendo desde nuestra vulnerabilidad y fragilidad, fruto de una mayor conciencia de lo que somos y necesitamos.

Esto se está reflejando en la búsqueda de prototipos de nuevas expresiones, espacios y modos de ser comunidad. El diálogo y revisión de aspectos tan significativos como la vida en común, la socialización de bienes, los procesos de formación inicial, el acompañamiento a jóvenes y personas en búsqueda, las estructuras de servicio y gobierno de la comunión, la interioridad personal y comunitaria, la calidad de la comunicación, la vivencia eclesial…son expresión del anhelo de seguir cuidando signos tan relevantes de la vocación Adsis.

A lo largo de este camino van apareciendo nuevos desafíos y sendas que empezamos a transitar como son los procesos de reparación y sanación en el anhelo de cuidar nuestras relaciones, o nuestra manera de crecer en los procesos de interculturación, en aquellos pueblos y culturas en las que estamos presente.

Estamos en un tiempo de gracia, que nos remueve todo, para poder seguir siendo fermento significativo en el mundo y la Iglesia. No dejemos de dar el “pequeño paso posible” que cada día nos reclama.

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Procesos de escucha y diálogo generativo, talleres de crecimiento personal, procesos de acompañamiento comunitario, diversidad sexual, adsis feminista, la Bandada, consejo de jóvenes… Muchas son las iniciativas que se han conformado en este tiempo… ¿son respuestas a los signos de la voz de Dios en nuestra historia hoy?

Dejarnos interpelar por la realidad y los procesos de liberación que vive el mundo de hoy es una experiencia central en Adsis. Cuando sentimos que “el clamor de los pobres y de tantos jóvenes es voz y grito de la carne de Dios”, experimentamos que el compartir historia con ellos es camino de bienaventuranza y de liberación personal y comunitaria. La voz y protagonismo de la mujer, de los jóvenes, de la diversidad sexual, del cuidado del Planeta están siendo signos concretos que nadie puede hoy eludir.

Muchas de estas iniciativas que han ido emergiendo a través de tantos hermanos, hermanas y equipos van siendo humilde respuesta a esta inquietud y sensibilidad. Aún nos queda mucho camino por recorrer colectivamente, pero ya nos están abriendo puertas para nuestra propia renovación y transformación comunitaria. Como decía el papa Francisco durante el Sínodo la Iglesia mira al presente para encontrar nuevos caminos que nos ayuden a encontrarnos con Dios junto a los demás.

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Recién ha finalizado el Sínodo de los sinodalidad, donde se ha percibido una tensión creciente entre lo que podrá ser la Iglesia y a lo que sigue anclada. ¿Con que Iglesia sueñas?

El reciente Sínodo ha marcado un estilo de Iglesia que recupera su carácter evangélico y misionero que no tiene vuelta atrás.

Creo y amo una Iglesia que se siente pueblo sencillo y humilde que camina con sus luces y sombras en la presencia de Dios.

Una Iglesia que dialoga con el mundo, la cultura, los contextos diversos y plurales, con otras tradiciones religiosas y espirituales; que se concibe a sí misma en escucha y se contrasta y confronta desde el diálogo, la corresponsabilidad y participación de todos y de todas.

Una Iglesia cercana, que sabe estar y caminar con menos ropajes religiosos, al encuentro de las alegrías y sufrimientos de la humanidad.

Una Iglesia que recorre camino con quienes buscan un mundo mejor, que mira a la humanidad con misericordia y bendice y anima.

Una Iglesia abierta, inclusiva, signo de hospitalidad, especialmente con quienes son más vulnerables; en salida, al encuentro de jóvenes, pobres y de tantas personas heridas y descartadas de este mundo.

Una Iglesia comunión de comunidades, ecuménica, que comparte, ofrece y ensaya espacios y experiencias de búsqueda y de encuentro con Dios, de celebración de la fe.

Una Iglesia que busca nuevos lenguajes y signos que conectan con la sensibilidad y modos de expresión encarnados en las diferentes culturas.

Una Iglesia que genera espacios y estilos de vida fraterna ecológicos y sostenibles, que cultiva relaciones sanas y evita cualquier tipo de abuso.

Una Iglesia servidora, al servicio del sueño de Dios con la humanidad, que se hace profecía iluminando caminos de paz, de reconciliación y justicia.

En mi cuarto tengo un icono de un abrazo, el abrazo de María y el niño, que funden sus cuerpos con respeto y ternura. Esa es mi imagen de la Iglesia, una Iglesia materna que acoge, abraza, sostiene e ilumina engendrando Vida. Una Iglesia necesitada que se deja abrazar por la Vida que late en la humanidad.