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Entrevista a Julio Parrilla
'Ya en el Código de Derecho Canónico de 1983 la pederastia aparece como un delito”. “La gravedad de la pederastia hace que no pueda ser tratada solo como una enfermedad o un pecado. Es un crimen castigado en todos los rdenamientos penales. También en el Código de Derecho Canónico. Por eso c. 1336) se llega incluso a hablar de expulsión del estado clerical”. Esta es una entrevista con Monseñor Julio Parrilla, Obispo de Riobamba, estudió Jurisprudencia, Teología y Filosofía. Nacido en España, llegó a Ecuador en 1991. Difunde mensajes de esperanza y reflexión, a través de cápsulas radiales tituladas “Junto al Pozo de Sicar”.

 

¿Hay encubrimiento de los pederastas por parte de la Iglesia?

Seamos sinceros. Hubo situaciones muy diferentes. Quizá algunos obispos pensaron que podían abordar el asunto y limpiar la casa puertas adentro. Nada más lejos de la realidad. La complejidad de los hechos hizo ver que el tema desbordaba cada caso y se convertía en un fenómeno social, no solo de la Iglesia.  Estaba el dolor de las víctimas y de las familias, las responsabilidades morales y penales, la fragilidad de una Iglesia que dejaba en evidencia sus contradicciones, las heridas de la sociedad.

 

¿Pero hubo encubrimiento?

No quito que hubiera casos de encubrimiento (la situación de la Iglesia chilena ha supuesto para los cristianos un dolor indescriptible), pero, en muchos casos, hubo una penosa lentitud. La decidida actuación del Papa Francisco y la "tolerancia cero" ha comenzado a dar resultados positivos. Hoy los curas saben que quien comete un delito de pederastia, aparte de ponerse de rodillas en un confesionario, tiene que acabar ante un juez, sabe que le espera una dura sentencia. No podemos

olvidar la presunción de inocencia y la necesidad del debido proceso. Una cosa es ser denunciado y otra es ser culpable. Pero, en cualquier caso, la justicia tiene que prevalecer.

 

¿Han cambiado las cosas?

Quizá hubo un tiempo en el que se pensaba que un cambio de parroquia podía ser una solución o, al menos, una forma de diferir el problema. Pero detrás de un problema viene otro. Un cura pedófilo tiene que ser dimitido del estado clerical y ser puesto en manos de la justicia ordinaria. Salvadas excepciones, hoy ya nadie juega al escondite. La conciencia del daño es enorme. 

 

¿La Iglesia tiene un código de silencio en estos casos?

No. La Iglesia exige a sus fieles que declaren y colaboren con la justicia canónica y civil. Este es uno de esos casos en los que el silencio mata. La Iglesia sanciona a quien encubre y calla. Así ocurre en el caso de obispos, sacerdotes y fieles que miran hacia otra parte y no afrontan su responsabilidad. El Instructivo de la Iglesia del Ecuador para el juzgamiento de causas de abuso sexual de menores es claro y rotundo: no hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de niños y niñas.

 

¿La solución está en permitir el matrimonio a los sacerdotes?

El matrimonio no puede ser el “tubo de escape” de situaciones que exigen una sanción penal. Los estudios sobre pederastia dicen que la mayor parte de abusos de menores son en el ámbito familiar. Se da por igual en varios países, entre clases ricas o pobres. Salpica a todo el mundo y es uno de esos horrores que no hacen a nuestro mundo precisamente más humano. La Iglesia está llena de hombres y de mujeres célibes y casados que son modelos de humanidad y de santidad. Las heridas no están en el estado de vida, sino en la corrupción de la conciencia y en una cultura dominante que cree que lo más importante es la satisfacción inmediata de los deseos.

 

Fuente: Vistazo.com