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En nuestra presencia en Togo hemos tenido este año el regalo de haber vivido una experiencia muy valiosa en el Campo de Trabajo, realizado en un lugar muy pobre del interior del país.

Gapé Atchambé, así se llama el pueblo donde estuvimos, ha sido una experiencia de encuentro con personas muy sencillas y con medios de vida muy precarios, familias con muchos niños y niñas, con jóvenes, con madres jóvenes, todos ellos y ellas con gran deseo de participar en actividades lúdicas y formativas

Pudimos vivir un encuentro gozoso en sus casas, en la calle, en un espacio para realizar actividades, y en la Iglesia, donde pudimos comprobar su manera alegre y agradecida de celebrar la vida y la fe.

Dentro de las actividades formativas y de encuentro, tuvimos una que fue especial: un grupo de 20 mujeres y madres jóvenes, que realizaron un taller de varios días sobre el cuidado personal y el cuidado de sus hijos e hijas más pequeños. El interés y deseo de mejorar fue inmejorable.

Gapé Atchambé nos impactó por su pobreza y su sencillez, por su capacidad de acogida y de amistad. Allí pudimos, una vez más, experimentar que el encuentro con las personas más empobrecidas es enormemente enriquecedor. Quienes parece que tienen menos, nos sorprenden con su capacidad para agradecer y generar vida.

Por otra parte, pudimos acompañar a un grupo de 27 jóvenes, que además de organizar por las tardes actividades con la gente del pueblo, tuvieron la experiencia de profundizar y compartir su identidad como jóvenes Adsis. Se generó un clima de gran confianza que ayudó a afianzar su compromiso al servicio de jóvenes y personas empobrecidas, y en el compromiso en su propio crecimiento personal y en grupo.

A todo ello ayudó el hecho de que quienes acompañamos dicha actividad fuimos una pequeña comunidad configurada para la ocasión: tres hermanos Adsis que vivimos en Lomé, una hermana joven asociada, un joven en discernimiento vocacional, y una cooperante. Fue una experiencia de compartir desde el servicio y acompañamiento a otras personas, desde la pluralidad de edades y procedencias, y teniendo la oportunidad de vivenciar una entrañable fraternidad.

Togo sigue avanzando desde estas experiencias y otras como una presencia sencilla, agradecida, al servicio de jóvenes que quieren sacar lo mejor de sí y crecer desde el servicio a otros y otras; que va generando un estilo Adsis fraterno y servicial, que va aprendiendo a ser cada día un poco más togolés.

Autor: Fermín Marrodan

En primera persona... Guillermo Blanco

Desde que empezó el curso, ha habido una pregunta que me ha vuelto una y otra vez y que aún no he sabido responder con claridad: “¿qué tal en Togo?”.

Como es normal, una experiencia como la que viví este verano allí (utilizo un sustantivo tan genérico como “experiencia” porque todo lo concreto, viaje, voluntariado, visita comunitaria, se queda muy a medias) despierta mucho interés entre la gente cercana. Cada vez que me he reencontrado con amigas, amigos y familiares después del verano llegaba ese momento. Y es que, aunque cada verano la gente se vaya a rincones más lejanos del planeta, hay algo exótico y curioso en decir que te vas a Togo, y la pregunta siempre acaba llegando. “¿Qué tal en Togo?”

Pero... ¿cómo resumir en cuatro frases (el tiempo de atención de los más generosos) lo vivido allí? ¿Cómo describir la sensación de entrar al Foyer por primera vez, ese hogar que hemos visto en tantas fotos que ya parecía casi de mentira? ¿Se puede definir cómo luce, cómo suena o cómo huele un país tan diferente al nuestro? ¿Alguien entenderá por qué, al apagar la luz por la noche, veía decenas de pares de ojos de los niños y niñas que durante el día nos rodeaban ilusionadas gritando “Yobo!”? ¿Hay palabras para explicar cómo alababa a Dios el coro de esa remota iglesia?

Cada vez que intento responder a la pregunta lo hago de manera diferente, porque se me llenan la cabeza de nuevos recuerdos que compartir (nombres, experiencias, emociones, sorpresas), y porque Togo han sido tantas cosas que tengo que adaptarme a quién pregunta.

Como en esta revista estamos entre hermanos/as, responderé una última vez con palabras que nos son familiares: mi experiencia en Togo ha sido una profunda vivencia de fe, de humanidad y fraternidad. De fe porque allí vi a Dios en cada esquina, en cada joven y niño/a, en las realidades que no entendía y en las que me dolían. De humanidad porque descubrí algo muy grande que nos une y nos hace mucho más próximos/prójimos de lo que imaginaba. Y de fraternidad porque la viví como mi primera experiencia de vida en común, una experiencia que respiraba Adsis por los cuatro costados.

Gracias Marta y Joan por invitarme insistentemente. Gracias Jimmy y Fermín por ser hermanos y compañeros de tarea. Gracias Naiara por marcar tanto mi experiencia allí. Gracias a los jóvenes por ser tan profundamente Adsis. Y, sobre todo, Gracias Padre por este gran regalo que me/nos has hecho.

 

 

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Etiquetas: Con pobres