La vida no siempre nos depara tiempos felices. A veces tiembla la tierra y, otras veces, es el corazón el que se remece y nos quiebra. La vida arrancada de cuajo no deja demasiado espacio para la poesía, pero en la mayoría de las ocasiones, a pesar del dolor, siempre hay un espacio para la sobrevivencia. Muchas personas, en Manabí y en otros muchos lugares, han experimentado en estos días qué significa sobrevivir y gozar de una nueva oportunidad. La muerte está ahí, terca y repetitiva, reducida a un número oficial de decesos.