La crisis sanitaria, que mantiene congelado a medio mundo con una tiritona de espanto, desasosiego e incertidumbre, mantiene abierta una brecha en la economía que tardará en cicatrizar sin descuidar las afecciones que puede generar en el sistema financiero. El problema en el alambicado lenguaje de la economía no es de números, que leídos de carrerilla suelen ser fríos. El problema es el efecto que el cataclismo que se advierte ya y se avecina con mayor crudeza en tantas personas.